«Cuando el hambre y el frío nos llevan a la derrota.» 8 de diciembre.

La historia de las naciones es una historia de luchas y guerras. Y entre el horror de la guerra, encontramos episodios de heroísmo de los que deberíamos sacar enseñanza para mejor enfrentarnos a la vida.

Ha habido héroes en todas las naciones, porque el heroísmo es una cuestión de fe, el impulso que nos obliga a hacer lo que debemos, contra viento y marea. Y hubo un tiempo en que los españoles tenían mucha fe. No ya en Dios (que de eso también), sino en lo que eran. Porque ya conocéis el dicho de que “el hombre no vale por lo que tiene, sino por lo que es”. Y el español de 1585 era un producto de siglos de pelea en la frontera, y de disputas interminables con franceses, italianos, berberiscos, flamencos…

Peleando para defender los intereses de su señor natural, sí, pero sobre todo, “por más valer”. Es fácil caer en la trampa de simplificar ese “más valer”, reduciéndolo a la soberbia del ambicioso o el orgullo del insaciable. Pero tras ese “por más valer” se esconde algo mucho más noble. Antonio de Guevara, cántabro de Treceño que vivió a caballo entre los siglos XV y XVI, relata que “Como aconsejasen a Julio César, siendo mozo, que si se juntase al Cónsul Sila, podría más tener, y más valer, respondió; a los inmortales Dioses juro, de jamás a hombre servir por más valer, y menos lo haré por más tener; porque donde no hay libertad no puede haber generosidad.” Y añade “El que deja su tierra donde vivía sano, deja su lugar donde era conocido, deja a sus vecinos de quien era visitado, deja a sus amigos de quienes era servido, deja a sus deudos de quienes era honrado, deja a su hacienda con que era sustentado, y deja a su mujer, e hijos de quienes era regalado y se viene a la Corte a servir, y morir, diría yo, o que el tal se ha tornado loco, o viene a pagar algún grave pecado. No inmérito el que le puso el nombre la llamó Corte; porque en la Corte de los Príncipes, todas las cosas son cortas, sino las malicias, y envidias que son largas.” ¿No os parece entonces que la clave del “más valer” del español no era otra cosa que el ansia de mantener y aún aumentar la libertad que le costó siglos de pelea? Sometido a la ley del mayorazgo, ¿qué opción tenían los segundones para asegurar su libertad sin tener que “a hombre servir”?

Optaron por servir, sí, pero a la milicia. Porque como dijo Calderón, Al rey la vida y la hacienda se le ha dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.

Y hablando de la milicia, así lo explicó Don Pedro:

 

Este ejército que ves

vago al yelo y al calor,

la república mejor

y más política es

del mundo, en que nadie espere

que ser preferido pueda

por la nobleza que hereda,

sino por la que él adquiere;

porque aquí a la sangre excede

el lugar que uno se hace,

y sin mirar cómo nace

se mira como procede.

Aquí la necesidad

no es infamia; y si es honrado,

pobre y desnudo un soldado

tiene mejor cualidad

que el más galán y lucido;

porque aquí a lo que sospecho

no adorna el vestido el pecho,

que el pecho adorna al vestido.

¡Y vaya si los soldados españoles no supieron cumplir la máxima calderoniana! Porque pobres y desnudos, y “por más valer” se vistieron de un orgullo inaudito.

En estos tiempos que vivimos, en los que muchos dudan de la existencia de una nación española, algunos reniegan de su patria, y aún otros se avergüenzan de ser españoles, habrá muchos más que no entiendan que hubo un tiempo en que los españoles se sentían orgullosos de serlo, y más aún, a los españoles se les respetaba, temía y envidiaba. Pero recordad, España no vale por lo que tiene, sino por lo que es. Oíd lo que decía un francés de los españoles:

 

“(…) Por las palabras de este soldado y por la fanfarronada anterior, vemos cómo los soldados españoles se han atribuido siempre la gloria de ser los mejores entre todas las naciones. Y, por cierto, no les falta base para tal opinión y confianza, porque a sus palabras les han acompañado los hechos.

Pues son ellos quienes en los últimos cien o ciento veinte años han conquistado, por su valor y virtud, las Indias Occidentales y Orientales, que forman todo un mundo.

Ellos son los que tantas veces nos han combatido, batido y rebatido en el reino de Nápoles, expulsándonos finalmente de allí. Y otro tanto han hecho en Milán, cuya ocupación tanta sangre y recursos nos había costado, y nos han frustrado arrebatándonos nuestro antiguo patrimonio. Y no contentos con los bienes que nos quitaron, pasaron a Flandes y vinieron a Francia para intentar expulsarnos de nuestros hogares;7 y si bien no lo lograron, nos han causado grandes males, nos han tomado ciudades y ganado batallas y han hecho perecer a no sé cuántos cientos de miles de los nuestros, aunque nosotros también hemos hecho morir a muchos de los suyos.

Ellos son quienes han triunfado sobre los alemanes, y les han puesto el yugo en la guerra de Alemania, cosa no oída, ni vista ni realizada desde el gran Julio César u otros grandes emperadores romanos.

Ellos son los que, siguiendo la divisa de su gran emperador Carlos, de avanzar más allá, han cruzado el mar y caído sobre África y tomado su principal ciudad y fortaleza, Túnez y La Goleta.

Ellos son los que han pasado a Berbería y tomado el reino de Orán, las ciudades de África y de Trípoli, Vélez y su peñón. Y más hubieran logrado sin el bárbaro elemento del mar y del cielo, no más suave ni piadoso uno que el otro, que les detuvo con su emperador, privándoles de la ocasión de tomar el reino de Argel, el cual habrían ganado sin la menor duda, si aquellos elementos hubieran querido favorecer, por poco que fuese, tal empresa.

Son ellos quienes, con unos puñados de tropas instaladas en las ciudadelas, roques ycastillos, mantienen bajo rienda e imponen la ley a los potentados de Italia y a los estados de Flandes, Morea12 y otros países infieles, y hasta en Transilvania con el valiente Castaldo, y en Hungría y Bohemia.

Son ellos los que hacían sentirse invencible al emperador Carlos cuando, en lo más apurado de sus negocios y batallas, se veía en medio de no más de cuatro o cinco mil españoles, sobre cuyo valor arriesgaba su persona y su imperio y todos sus bienes, y decía a menudo que «la suma de sus guerras era puesta en las mechas encendidas de sus arquebuzeros españoles».

Pues, por cierto, en este tiempo ellos se han llevado la palma en el uso del arcabuz,cuyo arte y primeras lecciones nos han enseñado a los franceses, ya que antes sólo usábamos ballestas y nos faltaba el ingenio de apropiarnos y acomodarnos los arcabuces.

Ellos son los que, en nuestro tiempo y ante nuestros ojos, han devuelto en un santiamén a su señor natural todo el Flandes en rebeldía, bajo el mando del gran duque de Alba, a quien llamaban su padre. En esta misma guerra de Zelanda, ellos, en número de mil a mil doscientos, atravesando un brazo de mar de un cuarto de legua de ancho en marea baja, sin otras armas que las espadas, portadas entre los dientes, atacaron a cuatro o cinco mil zelandeses de las milicias comunales, que les esperaban apostados en la otra orilla, y los destrozaron. ¡Milagro grande, en verdad!

(…) Y ante ellos llegó a humillarse el mismo emperador Carlos cuando, tras salir de Francia por mar para ir a terminar sus días en España, habiendo desembarcado en L’Ared’O, puerto próximo a Vizcaya, al tomar tierra se arrodilló de inmediato, según dicen, y agradeció a Dios la gracia de volver a ver este país en sus últimos días, país que había amado por encima de los demás, por haberle ayudado a elevarse al imperio y a tanta grandeza como había logrado en su tiempo; atribuyendo a la nación española, después de a Dios, todas sus victorias y triunfos. Y dijo estas palabras: «Dios os salve y guarde, o mi querida madre.16Como desnudo salido del vientre de mi madre, y como desnudo también me vuelvo á ti como a mi segunda madre, a la cual, a favor de tan grandes merecimientos que yo he recibido de ti, no pudiendo por ahora, ni mas, nimejor, yo le hago un presente de este pobre cuerpo enfermo, y de estos pobres huesos secos y debilitados».

A ellos se ha debido y se debe que el gran rey de España inspire terror a todos sus enemigos, ocultos o descubiertos, y que cuando se divulga la presencia de tan sólo ocho mil soldados españoles nativos en su ejército, sus enemigos se retiren y abandonen el campo.

Y lo más notable de todas estas hazañas es que no las han llevado a cabo grandes masasde hombres, sino tropas reducidas; porque nunca se han hallado diez mil españoles juntos en una ocasión, que la mayor no pasaban de ocho o nueve mil, de los cuales nunca quedaron tendidos los cadáveres de más de tres mil, por grande que fuese la carnicería en algunos combates desastrosos o batallas infortunadas, sin excluir las de Rávena18 o Cerisoles, tan desgraciadas y sangrientas para ellos.

(…) Pero ¿por qué me entretengo tanto en escribir loas de estos valientes cuando ellos mismos saben, según creo, publicar sus hazañas sin ocultarlas en una uña? Pues si sus hechos se extienden tan solo un dedo, ellos los alargan un codo.

Hacen bien: a buen hacer, buen decir. Yo he oído comentar a grandes personajes y capitanes que muy raramente las tropas españolas han faltado a su deber y a su valor; sólo recientemente fallaron, en la toma de La Goleta por Lochaly, quien la tomó en treinta y un días, como el español la había conservado treinta y un años (…) el señor D’Estrosse (…) nos relató, muy despechado, la captura de La Goleta y el gran baldón de los españoles, así olvidados de su deber y reputación.

Dijo que nunca y en tan gran número habían cometido tal bellaquería, y que con ello causaban gran daño a sus compañeros, aunque tan enorme falta no podía recaer sobre los demás, siempre tan buenos luchadores en todas partes y merecedores por ello de eterna gloria; y que, por lo que sus ojos habían visto, podía considerárseles los mejores soldados del mundo, los más dignos en el combate y capaces de soportar todas las fatigas. Recordó también cómo en la guerra de Alemania había contemplado a ochocientos soldados españoles deshacer a mil doscientos de caballería en campo abierto; de esto también se ha escrito. Nunca terminaría si quisiera extenderme sobre las virtudes y glorias de estos hombres.

Cuando algunos franceses fuimos a socorrer Malta (…) Pregunté a un soldado español que me pareció especialmente discreto: «Señor, de cuantos soldados es compuesta esta armada?» «Señor –me respondió– yo lo diré: hay tres mil Italianos, tres mil Tudescos y seis mil soldados». Pensad en esta respuesta: a los italianos y alemanes no los contaba como soldados. ¡Qué vanagloria para ellos y qué menosprecio para los demás!”

Bourdeille, Pierre de. Bravuconadas de los españoles.

 

Ya veis. Los soldados del Tercio tenían fe. En lo que eran, en lo que querían ser, y en lo que no querían ser. Y la fe, además de alimentar al héroe, obra milagros. ¿No lo creéis? Pues escuchad:

 

En diciembre de 1585 durante la Guerra de los 80 años, unos 5.000 españoles de los Tercios Viejos de Bobadilla, de Iñiguez y de Mondragón e Iñiguez, ocuparon la isla de Bommel, entre las desembocaduras del Mosa y el Waal. Los aliados anglo-holandeses vieron esta maniobra como una torpeza de los españoles, y se felicitaron por la increíble oportunidad que se les brindaba de ahogar literalmente a la flor de los Tercios. Los polders de Bommel eran fácilmente anegables con el sencillo método de romper los diques de contención entre el Mar del Norte y los ríos mencionados, cosa que el Conde de Holak hizo no bien tuvo la oportunidad, el 2 de diciembre. La fuerza mandada por Bobadilla tuvo el tiempo justo de ganar los diques y alturas de Empel, aunque estos reductos pronto empezaron a verse aislados por el Mosa. Los tercios de Bobadilla se apiñaban como podían entre las isletas que iban quedando libres del agua y el barro. Mientras que la fuerza holandesa disponía de una potente flota con la que hostigar a los españoles y maniobrar en el archipiélago, los de Bobadilla sólo disponían de barcazas y alguna galeota. Los víveres se acaban, los pertrechos se arruinan en el cenagal, y el frío entumece a los hombres.

 

Los intentos de socorro que dirige Mansfelt se estrellan contra los navíos y fortificaciones de Holak, quien viendo inminente una victoria total, ofrece una rendición honrosa a los españoles… Pero estos tienen fe en lo que son, y prefieren morir en una ciénaga holandesa, lejos de su tierra, a verse deshonrados, así que rehúsan el ofrecimiento. La precaria situación es ya insostenible, cuando el 7 de diciembre, Bobadilla toma una decisión terrible: su única salvación es someterse al fuego holandés e intentar desalojar a los rebeldes a viva fuerza, en una situación de gran inferioridad.

 

Sucedió entonces que en apenas 24 horas la temperatura había bajado a extremos desconocidos en esas fechas, y el agua empezaba a formar una sólida capa de hielo. En la misma noche del 7, un soldado español que excava un refugio, encuentra una tabla con la imagen de la Inmaculada Concepción, como si hubiese sido recién pintada (los creyentes más devotos no dudarán que fue la intervención divina quien puso en manos españolas la imagen; los menos, verán aquí un astuto ardid de los jefes para enardecer y motivar a la tropa). Tal noticia exalta al Tercio, que ve en este hallazgo la confirmación del milagro que hace que las aguas del Mosa se congelen con tal rapidez, amenazando con atrapar las naves de Holak.

 

En efecto, el general rebelde, ante el peligro de verse inmovilizado por el hielo inicia la retirada, mientras las barcazas españolas acometen con determinación y denuedo las posiciones holandesas, que desalojan a punta de pica y arcabuzazo. La flota holandesa, en penosa y lenta retirada se somete entonces a la artillería española, que hace estragos entre los rebeldes. Se dice que los holandeses en retirada, gritaban a los españoles que “no era posible sino que Dios fuera español, pues había usado con ellos tan gran milagro, y que nadie en el mundo sino Él por su divina misericordia, fuera bastante a librarles del peligro y de sus manos» De esta forma, una batalla perdida se convirtió en “el milagro de Empel” y en la enseña de los infantes españoles, y así llegó la Inmaculada a ser la patrona de la Fiel Infantería.

 

Pero ¿dónde está el milagro? Dicen que Bobadilla, antes del ataque arengó a sus soldados: “El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas?» «¡Si queremos!». Los fieles más proclives a buscar respuestas rápidas y efectistas, identificarán el milagro con la sorprendente y providencial ola de frío, que por acción divina congeló el Mosa y a la flota rebelde. Yo creo, sin embargo que el milagro se fundamenta en la capacidad que tiene el hombre de imponer su fe inquebrantable en un ideal y su determinación inapelable sobre las circunstancias más adversas y los objetivos más inalcanzables. ¿No es eso mismo lo que pidió Jesucristo a los hombres?

 

Los creyentes saben que la Virgen es la madre de todos los hombres. También de los infantes. El infante español cerraba al grito de ¡Santiago, España, Santiago! Y quienes le han visto morir “honrado, pobre y desnudodicen que en su último suspiro llamaba a Jesús y a su Madre.

Francisco Pino. 8-XII-2008

5 comentarios en “«Cuando el hambre y el frío nos llevan a la derrota.» 8 de diciembre.

  1. Pues ya que han hablado los compañeros, tan acertadamente de tu escrito amigo Pino, solo decirte dos cositas. Una referente a la guerra de las Malvinas (Si, ya sé que en esa guerra no partipamos, pero nuestro espiritu estaba allí).

    Despues de varios dias desde la invasión por parte de las tropas Argentínas de las islas Malvinas, las tropas Inglesas (Boinas Verdes) llegáron cerca de las islas en sus flamantes destructores y se prepararon para desembarcar, en una acción que bien podría asemejarse al desembarco de Normandía del día D por parte de las tropas aliadas.

    En el momento que la artillería de los destructores empezó a barrer con fuego el litoral de las islas y así preparar el camino para el desembarco de las tropas, el Coronel del ejército Ingles comentó (Según el corresponsal de guerra) «Ahora comprobaremos si estos Argentinos son corderos Italianos, o tienen la furia española en sus venas», cosa que a los Argentinos no les hizo mucha gracia y en mi opinión, fué un error pues sirvió de arenga a los Argentinos y costó a las tropas Inglesas más bajas de las previstas. (Que tampoco fueron muchas, creo recordar que tres muertos y una veintena de heridos)

    Y la otra, como no. LOS HEROES DE BALER (O, los últimos de Filipinas).
    Como una treintena de soldados españoles, a miles de Kilómetros de su casa, con escaso armamento y provisiones, resistieron el acoso incesante y sangriento de las tropas revolucionarias Tagálas y solo cedieron ante la visita de un almirante (no recuerdo el nombre) que les enseño un periódico español, (y aún así desconfiaban de una treta burda montada por los Tagálos) y gracias a una noticia que comentaba un echo sobre un conocido del teniente al mando (que tampoco recuerdo el nombre) y que nadie podía saber, aceptaron la rendición , con la única condición que se les respetara y no se les hiciera prisioneros de guerra, permitiendoseles regresar a España.

    Esos son nuestros soldados, nuestra infantería española.

    Un saludo.

  2. Apreciado Francisco
    Este blog está adquiriendo tales dimensiones que a poco que te descuidas se te pasa algo importante, menos mal que los avisos, las novedades y los últimos comentarios nos permiten acudir a las postreras aportaciones.
    Llegar a ésta, que nos has ofrecido como regalo de la Inmaculada, supone encontrar un tesoro. Resulta admirable la maestría con la que has ido enlazando los distintos relatos y sembrar entre ellos mensajes necesarios para estos momentos que nos toca vivir.

    La fe que utilizas como hilo conductor, y supongo que también como acicate para todos, es desde luego lo único que nos permitirá alcanzar frutos que están por encima de nuestras pocas fuerzas; con fe no habrá ante nosotros nada que resulte imposible. Ahora bien la fe no es algo puntual, la fe debe ser un referente diario y ha de conducirnos a vivir con arreglo a lo que se cree.

    Me encanta la sencillez de tu definición de heroísmo como: “impulso que nos obliga a hacer lo que debemos contra viento y marea” y además me hace pensar que el heroísmo forma parte de la condición humana. Parece que es en las guerras cuando surgen los héroes y eso no tiene por que ser así, también la paz es un tiempo para hacer lo que debemos contra viento y marea y, quizás, si demostramos nuestro heroísmo en la paz no vuelva a ser preciso demostrarlo en la guerra. Seguro que a nuestro alrededor viven algunos héroes que no conocemos y no estaría mal que al igual que existe un monumento al soldado desconocido, en memoria de todos aquellos que dieron su vida heroicamente sin que su gesto fuera reconocido, del mismo modo deberíamos crear el monumento al ciudadano desconocido que vive con heroísmo su vida diaria, un monumento a los héroes desconocidos en la paz.

    Mencionas también, muy acertadamente, la importancia del “ser” con respecto al “tener”, esto que tanto cuesta hacer entender a los jóvenes de hoy, debido al bombardeo continuo que sufren de publicidad, es algo por lo que es preciso luchar pues, tal como afirmas, cuanto más tiene el hombre, menos se posee a sí mismo. Tener cosas solamente nos sirve para alcanzar una cantidad, mientras que llegar a ser nos permite alcanzar una identidad. Y dado que escribiste esta página con motivo de la Inmaculada permíteme que te mencione un pensamiento que leía hace pocos días en “Magnificat”, dice lo siguiente:”La gracia de Dios resbala en un alma repleta y desgarrada por una multitud de posesiones.”

    Gracias por tu aportación que debería incrementar los “Comentarios notables”

    Un abrazo

  3. Ya que es un francés el que habla… ¡¡Chapeau…!!

    Está en el sitio adecuado que es el que tú has querido, amigo Pino.

    Y, efectivamente Pepe tiene razón…, leyéndote, se aviva el orgullo de ser español y se refuerza el amor a España.

    Gracias amigo.

    Un abrazo.

  4. ¡¡ Excelente !!
    Pino, eres unico, tio me he leido tu escrito como seis veces, o,mas, realmente fueron muchos años de infanteria española por el mundo, muchos años de orgullo de ser español…… han pasado tambien muchos años,pero ese espiritu rebelde que tuvieron nuestros antepasados te digo con modestia que muchos descendientes de aquellos bravos llevamos ( yo quiero contarme entre ellos ) el orgullo de ser ESPAÑOL, de querer a mi PATRIA hasta el infinito, y por ultimo saber que ESPAÑA ya fue ESPAÑA, antes que los bisabuelos de los bisabuelos de los que hoy intentan envenenar a cuatro infelices, estuviesen en este mundo.
    A proposito del hecho de encontrar el cuadro de la Purisima,que tu describes en tu relato, si te vas al apartado de Poesia leeras creo que un bonito escrito.
    Un saludo montañero desde Viella

  5. Bueno, con la excusa de un episodio histórico, me he enrollado en lo que más parece un ensayo filosófico. Perdonad pues por el abuso, pero si Carlos cree que este artículo está mejor en otro lugar, no tengo el menor inconveniente en que lo cambie.
    Espero no aburriros demasiado, quizá encontréis alguna parte interesante.

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