Varias anécdotas. Jorge Riesco ( 1981 – 82 )

Voy a escribir varias anécdotas que acontecieron en 1981. Las anécdotas están numeradas y clasificadas en lo posible por orden cronológico. Los números que faltan corresponden a anécdotas todavía no redactadas. Se puede tambien visitar mi álbum de fotografías en la sección » Galería de fotos / Jorge Riesco ( 1981 ) »
Esta es la primera entrega:
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1.- Comienzo.
A primeros de enero de 1981 fuí destinado al C.I.R. de San Clemente Sasebas ( Creo que en Catalán se dice San Climent Sescebes). Un lugar lejano en el que hacía un fuerte viento a veces bastante desagradable…
Y aunque todos los dias se nos explicaba como sujetar la gorra a la cabeza, siempre había alguna gorra de recluta que salía volando y se perdía a lo lejos. Y cada vez que algún recluta perdía la gorra, los mandos ponían el grito en el cielo.
Pero el viento sopla sin distinción de rango militar y una mañana en la que estaba formado todo el C.I.R., una fuerte racha de viento arrancó -de una cabeza ya canosa- una gorra con más estrellas que la constelación de Andrómeda.
Se produjo durante unos segundos un incómodo silencio ( y tal vez alguna risita malévola ) mientras todos veíamos aquella gorra alejándose como un rayo.
… Debe de haber algun lugar en el mundo al que hayan ido a parar todas esas gorras voladoras…
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2.- Explosión en el C.I.R.
Por las mañanas en el C.I.R. cada compañia se reunía en una nave y allí nos daban unas charlas teóricas. Un día durante la charla se pudo oir el ruido de una importante explosión que procedía del exterior. El teniente que estaba impartiendo la charla a nuestra compañía habló con aspecto tranquilo y dijo: «Eso que acabáis de oir es una granada que estaban explicando en otro pabellón, y que le acaba de explotar a alguien». Y en efecto, a un teniente de otra compañía le había explotado una granada mientras explicaba su funcionamiento.
En su momento dijo por el C.I.R. que el teniente había fallecido, pero ya estando en Viella supe que aquel teniente había perdido ambas manos, y que meses más tarde fué condecorado.
En «Lo que recuerdo», de Pablo Roca 1981, y en los comentarios de «Pino, un volunta de Madrid ( 82 – 84 )», se informa ( más y mejor ) acerca de aquel incidente.
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3.- Video acerca del fusil de asalto.
A uno de los mandos del C.I.R. se le había ocurrido en su día la idea de grabar un video explicativo acerca del fusil de asalto. El buen hombre se mostraba muy satisfecho con el resultado de su grabación, y en varias ocasiones nos pasaron ese vídeo a toda la compañía.
Algunos chicos decían ¡Oh no!. ¡Otra vez el video!. Y se entretenían pensando en otra cosa o dormitando en la oscuridad mientras el video avanzaba. Yo presté atención y recuerdo varios fragmentos del video asi como parte de la narración.
El video empezaba más o menos así:
Aparecía un militar con cierta graduación ( Comandante, o coronel quizá ) y decía : «Hoy os voy a hablar de algo que será vuestra principal compañia durante vuestra estancia aquí: El fusil de asalto» y a continuación se describían el fusil y sus características.
«Las partes del fusil son tal y tal… Bla bla bla….»
«El fusil se maneja asi y asi… Bla bla bla…»
«El fusil tiene dos posiciones: Tiro a tiro, o a ráfagas. La posición a ráfagas solo se emplea en los momentos críticos del combate: Cuando atacamos o cuando nos atacan … Bla bla bla…»
Meses más tarde, ya en Viella, me encontré con que nadie parecía recordar ese video … ( Ver anécdota 36 más abajo)
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4.- A Viella.
Un dia, en el C.I.R. fueron leídos los destinos de los reclutas. Algunos se mostraban muy contentos con su destino, otros no tanto.
Mi destino era Viella. Gelo, Piña, Lladó, Sebastiá y algunos otros a los que yo ya había conocido del C.I.R. tambien habían sido destinados a Viella.
Cebrián Rica, un chico de Burgos, se mostraba muy optimista y sugirió que el último día del C.I.R. a toque de diana, los destinados a Viella de nuestra compañía saliésemos al patio a formar en calzoncillos desafiando al frio viento. La idea resultó simpática, fué aceptada y llegado el día salimos en calzoncillos todos los destinados a Viella ( excepto uno ).
El sargento comentó: «Como se nota que hoy es el último dia de C.I.R., que a muchos se les quedaron pegadas las sábanas esta mañana».
Y nosotros sonreimos…
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5.- ¡Conejos, vais a morir!.
Llegamos en autobús a Viella a primeros de marzo de 1981. Ya había anochecido. El autobús se detuvo delante del cuartel; nos bajamos y algunos veteranos se acercaron y comenzaron a gritarnos. Desde el fondo del patio, alguien gritó a pleno pulmón aquello de: «¡Conejos. Vais a morir!».
Formamos un pelotón y nos llevaron corriendo de un lado para otro. A los dormitorios, al almacén, etc… Los veteranos gritaban constantemente…
A mi me impresionaron muy poco las carreras y los gritos de aquella primera noche. Lo que me llamó la atención fué la cantidad de nieve acumulada en las esquinas y tejados. Hasta ese momento, yo apenas había visto la nieve en mi vida.
Fué pasando el tiempo. Oí comentar en varias ocasiones que nuestros veteranos habían tomado la decisión de no utilizar las novatadas para maltratar a los soldados de nuestro reemplazo. No se hasta que punto el capitán Muñiz influyó en esa decisión.
Aunque a lo largo de los meses se produjo algun que otro conflicto, a mi las novatadas me impresionaron poco… o nada…
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6.- Mandos
Algunos mandos que recuerdo de aquella época:
Capitán. En marzo de 1981 no estaba en Viella el capitán Artigas, sino otro que se llamaba Muñiz. Creo que el capitán Artigas estuvo destinado en África la mayor parte del año 1981, y no se reincorporó a la compañía hasta finales de año.
Teniente Martínez. En marzo de 1981, tampoco estaba en Viella el teniente Martínez. Se decía que se encontraba arrestado. Se reincorporó a la compañía semanas más tarde, tal vez en mayo. Había otro teniente; un hombre alto que se llamaba Santamaría.
Había un alférez. Creo que se llamaba Lauro Miguel, y era de Barcelona. Se licenció alrededor del mes de junio. Después llegó un nuevo alférez: José M. Alba.
Los suboficiales eran los sargentos Pedro Anadón, Gregorio, Benítez; subteniente Viejo; brigada Liñán, y posteriormente brigada Valverde. Había otro sargento, encargado de armamento, al que llamaban Garnacho, pero nunca supe si ese era su apellido, o un apodo.
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7.- Historia del veterano encargado del almacén.
El encargado del almacén fué uno de los primeros veteranos que hablaron conmigo.
Yo pregunté » ¿ Y a ti porque te encargaron del almacén ?», y me contó su historia:
El día que llegó a Viella, nada más entrar en el cuartel resbaló en unas escaleras, cayó al suelo y se fracturó un brazo. Así que fué asignado a destinos desde el primer momento.
Una vez restablecido del brazo, sufrió un accidente yendo en la parte trasera del camión. ( El camión resbaló en el hielo y él se cayó fuera, fracturándose la clavícula ). Vino una ambulancia militar y se lo llevó a Lérida.
Pero no termina ahi la cosa: Durante ese viaje, notó que la ambulancia empezaba a moverse de forma extraña dando bandazos de una lado a otro de la carretera. El herido se incorporó en la camilla levemente y pudo ver que el conductor de la ambulancia se había dormido al volante.
Afortunadamente despertó al conductor a gritos, y ahí quedó todo.
Despues de esta narración me comentó: » Oye, si tienes un accidente tambien serás asignado a destinos en vez de a tropa», pero a mi no pareció una buena idea.
De todos modos, fuí asignado a destinos dias más tarde sin necesidad de accidente.
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8.- Concurso de baile.
Durante las primeras semanas en el cuartel, eran todo gritos y carreras. Los soldados de mi reemplazo no estábamos autorizados a salir del cuartel durante la hora del paseo, asi que una tarde nos reunieron en la cantina. Se organizó allí un concurso de baile, cuyos premios eran unos pases de salida nocturna. El concurso en si me pareció bastante aburrido, pero cuando fueron leídos los nombres de los ganadores comenzó la diversión.
El ganador del primer premio creó un gran alboroto comportándose como una estrella del espectáculo. Corrió de un lado a otro con los brazos en alto gritando » ¡Yo. Yo. Yo. Campeón. Yo !». Abrió una de las vitrinas. Agarró uno de los trofeos que se exhibían en su interior, ( y que estaba más que prohibido coger ) y se paseó copa en alto por toda la cantina con aspecto triunfal. Mientras abría la vitrina la cara de los veteranos fué pasando de la risa a la sorpresa, y luego al espanto. Un cabo primero y varios veteranos corrían tras él gritando » ¡ Devuelve la copa a su sitio ! ¡ Devuelve la copa que como entre el sargento se arma una buena…! «. El campeón abrazaba la copa con fuerza negándose a soltarla, y los veteranos tuvieron que insistir bastante. Al final devolvió la copa pero siguió disfrutando de su momento de gloria. … Lanzó besos al público… Se hizo a si mismo una imaginaria entrevista… agradeció el apoyo recibido por parte de sus «fans»… firmó autógrafos y no se que otras cosas más hasta que recogió su premio… Duró más tiempo el espectáculo del ganador que el propio concurso y aquellos que buscaban algo de risa y entretenimiento quedaron saciados en abundancia.
Tal vez hubo concursos de baile en otras ocasiones, pero yo solo recuerdo ese dia.
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9.- Cruzando el rio Garona.
Al otro lado del rio, y fuera de los terrenos del cuartel, había un pequeño campo de fútbol. Para cruzar el río disponíamos de un puente formado únicamente por un par de cables de acero. El primer día que pasamos por alli algunos veteranos se dedicaron a sacudir fuertemente los cables, intentando que perdiesen el equilibrio los que cruzaban en el puente en ese momento .
Pero el soldadito de esta historia se había criado entre árboles cuando niño. Estaba tan acostumbrado a trepar por todo tipo de ramas que para cruzar el rio le sobraba uno de los cables.
Mientras esperaba su turno observó a un chico con cara muy asustada que iba dejando pasar a todos los demás deliberadamente. Entonces el soldadito, sin decir nada, se puso junto a aquel chico y tambien dejó pasar a todos los demás, hasta que quedaron solos los dos junto al puente.
El soldadito dijo: «¡ Vamos. Cruza de una vez !».
Y el otro chico contestó. «No puedo cruzar. Me da miedo».
– Bueno. Yo te ayudaré a cruzar.
– ¿Cómo?
– Yo me sujetaré al cable con una sola mano, y con la otra te iré agarrando a ti para que no caigas.
– ¿Pero no me soltarás a medio camino?.
– No.
– ¿Cómo haré para volver?».
– Te esperaré a la vuelta y cruzaré de nuevo contigo
– ¿Seguro?
– Si.
Fué asi como ambos soldaditos cruzaron juntos el puente en los primeros dias. Ida y vuelta. Siempre los últimos. Al principio muy despacio, luego ya no tanto. Al cabo de unos dias el otro chico perdió el miedo. Cruzó solo, y a partir de ahi cada uno siguió su camino.
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10.- El hallazgo del sargento Gregorio.
El primer o segundo dia que fuimos a Pla de Batallé aconteció esta historia:
Salimos del cuartel, caminamos un rato, subimos una fuerte cuesta, y habiendo llegado a nuestro destino el sargento impartió la explicación correspondiente.
Tras el bocadillo a media mañana, el sargento se acercó a un viejo tronco caido y dijo: «Sentaros por ahí. Yo me voy a sentar en este tronco enfrente de todos y ahora os voy a explicar como…».
A media frase el sargento quedó en silencio. Recogió del suelo un pequeño objeto envuelto en papel de aluminio. El sargento lo miró un instante y alzando la voz preguntó:
– Pero bueno… ¿Quién es tan tonto, pero tan rematadamente tonto como para traerse los «porros» hasta aqui arriba y encima perderlos a los pies del sargento?.
Se hizo entonces un silencio tan denso, que se podría haber cortado con un cuchillo.
Y el sargento insistió:
– A ver … ¿Quién trajo esto hasta aquí?.
Naturalmente nadie dijo esta boca es mia…
El sargento se dirigió a uno de nosotros y preguntó:
– Monchito… ¿Esto es tuyo?.
– Eeehhh … Yo no fumo, mi sargento.
– ¿ Que tú no fumas ?. ¿ Que tú no fumas ?. ¡ Venga ya ! … Anda toma esto…
El sargento lanzó aquel pequeño objeto hacia Monchito. Éste lo recogió al vuelo.
– Gracias, mi sargento.
– ¡ Y que sea la última vez !. Ya sabeis que las drogas están prohibidas en el ejército y bla bla bla…
Lo que más me sorprendió de todo aquello fué el lugar en el que apareció el cuerpo del delito. Estoy ( casi ) seguro de que nadie se había acercado a aquel viejo tronco caido en toda la mañana.
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11.- El hallazgo del cabo primero
Durante los primeros meses, Pablo Roca compartió camareta y litera conmigo. Roldán y Roselló ocupaban la litera de enfrente. Roca fué el soldadito protagonista de esta anécdota:

La tarde siguiente hubo una revisión de taquillas antes del paseo. Formados en nuestras camaretas esperábamos al cabo primero que pasaba viendo, rebuscando un poco, mirando un poco más y revisando el interior de cada taquilla. De pronto, mientras revisaba la taquilla de mi compañero de litera dijo:
– «¡ AJA! . ¡ Mira lo que he encontrado !. ¿ Qué es esto que tenemos aqui ?».
El cabo primero se encontró una pequeña cajita. La cogió y nos la mostró a todos. El cabo primero estaba encantado y sonreía feliz.
– A ver. ¿ Qué es esto ?.
Y el soldadito, sin inmutarse le contestó: » Una cajita, mi primero «.
Era una de esas cajitas cuya forma y tamaño eran las habituales para guardar los «porros».
-Si. Ya veo que es una cajita. Peeeero… ¿ Qué hay deeeentro de la cajita ?
El soldadito seguía sin inmutarse, en posición de firmes. Yo, a su lado, me iba encogiendo milímetro a milímetro en una posición de firmes menguante ante la inminencia de la tormenta que se avecinaba. Enfrente a nosotros yo veía a Roldán y a Roselló con cara muy seria. Creo que ni siquiera respiraban…
Y el soldadito, que seguía sin alterarse, contestó: » Ábrala usted, mi primero «.
El cabo primero, con una sonrisa triunfal, seguro de si mismo y hablando muy alto para que todos le pudieran oir dijo: «Pues claro que voy a abrir la cajita. La voy a abrir y vemos que dentro tiene…»
Dos o tres agujas de costura y varios ovillos de hilo de diversos colores.
El cabo primero dejó de sonreir, y se quedó con cara de chafado, de pasmado y de ridículo. Dijo: » Vale, Guárdala «, y se largó de nuestra camareta bastante deprisa… ( No se debe vender la piel del oso antes de haberlo cazado ).
Hubo varios chicos de mi reemplazo y del siguiente bastante aficionados a los «porros». Y al menos hubo uno demasiado aficionado. Supongo que los mandos llegaron a saber quienes eran…
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12.- Fútbol televisado.
Roldán llegó a la camareta y me preguntó:
-¿ Qué haces aquí solo en la camareta ?. Todos están el la cantina. ¿ No has estado viendo el partido ?.
– Es que no soy muy aficionado al fútbol.
– Hemos estado todos viendo el partido, pero ya terminó… ¿ Y sabes qué ?. He arreglado el televisor de la cantina.
– ¿ Y cómo fué eso ?.
Roldán me contó entonces la siguiente anécdota:
Fué una ocasión en que hubo un importante partido de fútbol televisado. Todos en la compañía estaban en la cantina minutos antes del encuentro y de pronto …. ¡ P f f f s s s ! …. el televisor se apagó quedando sin imagen ni sonido. Todos empezaron a gritar. A maldecir. A protestar. Algunos simplemente rugían. Entonces fué Roldán y dijo: «Yo se reparar el televisor «.
Los veteranos gritaban » ¡ Tú que vas a saber conejo !. ¡ Reparar el televisor es muy dificil ! ¡ Cállate de una vez !»
– Si que se. Solo necesito un destornillador y unos alicates.
Los veteranos seguían gritando y maldiciendo y protestando ( y rugiendo ), pero hubo alguien más tranquilo. » A ver, conejo… ¿ Seguro que sabes ?. A ver… Deprisa… Tú vete a buscar esas herramientas… y vosotros vais a bajar el televisor y a ponerlo aqui sobre la barra «.
Llegaron las herramientas. Roldán desmontó la tapa trasera del televisor y comenzó su tarea.
Y algunos veteranos seguían con sus gritos: » Conejo. ¡ Que te has cargado el televisor !. ¡ Que vas a ir al calabozo !. ¡ O al castillo de Figueras !. Pues ya nos hemos quedado sin ver el partido por tu culpa. ¡ Te vamos a echar al pozo !. BLA BLA BLA BLA… » . Ya sabemos que siempre hay gente negativa…
Roldán siguió a lo suyo y minutos más tarde dijo: » Ya está «. Cerró la tapa posterior del aparato. Lo enchufó. Pulsó el interruptor… y…
Justo en ese momento empezaba el partido.
– » Se trata de una avería muy común y de fácil solución «, me dijo Roldán a continuación.
– » ¿ Y tú como sabes tanto de televisores ? «, pregunté yo.
– Es que yo trabajo en un taller de reparaciones electrónicas.
– ¡ Ah !. Claro…
Y con el resultado de Atlético Conejos 1 – Real Club Llagas 0, damos por concluida la retransmisión de esta anécdota.
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13.- Primer dia de paseo.
En los primeros dias que pasamos en Viella no estábamos autorizados a salir de paseo. A través de los veteranos supimos además en esos primeros dias que nuestro uniforme estaba incompleto. A todos nos faltaban unas insignias que tenían que ser cosidas en los hombros de la chaqueta. Y las insignias no nos las entregaban en el almacén, sino que había que comprárselas a los veteranos.
Un veterano cuyo destino en la vida -sin duda alguna- no fué el dedicarse al comercio, pasó por nuestra camareta intentando vendernos esas insignias. Antipático hasta decir basta, ofrecía a gritos unas insignias rotas, harapientas y desgastadas. Y además pretendía cobrarlas carísimas. Primero se dirigió a mi pero yo no me sentí interesado, luego habló con los demás compañeros de mi camareta pero nadie quiso comprarle, asi que se fué a otra parte a gritar y a buscar clientes.
Había otros veteranos que por la mitad del precio ofrecían insignias en buen estado. ( Incluso impecables en algunos casos ). Yo no me di prisa en comprar, y el primer dia en que nos autorizaron a salir del cuartel todos tenían sus insignias menos yo. Y durante varios dias me quedé en el cuartel a la hora del paseo…
Alguien me dijo: «Oye. Hay por ahi un veterano que todavía tiene insignias a la venta. Le diré que venga a hablar contigo «.
– Bueno. Vale. Gracias…
Unos minutos despues llegó a hablar conmigo un veterano. ¿ Y quién era ?. Pues el que usted imagina… Aquel tipo vociferante que no había sido capaz de vender las insignias ni en nuestra camareta, ni en ninguna otra parte. Y venía acompañado de otros dos o tres veteranos que gritaban como mínimo tanto como él. Tuve dudas acerca de aquellas insignias, pero al final las compré, las cosí y a la salida me encontré con Lladó y otros de mi reemplazo.
Entonces se nos acercó un veterano diciendo: «Conejos. Seguro que no conoceís Viella. Podeís venir conmigo que os la enseño «. ¿ Y quién era ?. Pues de nuevo era el que usted imagina y sus amigos… Lladó se metió en una cabina para llamar por teléfono y los demás se fueron a un bar cerca del rio Nere. Yo me dediqué a vagar por las calles y no recuerdo nada más de aquel dia.
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19.- En el cuarto de la banda.
Los instrumentos de la banda se guardaban en un pequeño cuarto junto a la sala de artes marciales. Parece ser que ese cuarto había sido en años anteriores un almacén de las oficinas y alli se habían quedado olvidadas varias carpetas en una vieja estantería. Un dia se nos ocurrió abrir las carpetas y leer los documentos guardados en su interior. Eran listas y resúmenes estadísticos de reemplazos anteriores. Unas listas de nombres desconocidos que a nosotros no nos decían nada, y otros papeles en los que lo más llamativo era lo siguiente: Reemplazo de mil novecientos setenta y tantos. Desertores: 2 , y en otro decía desertores: 3, y en otro desertores: 1.
– ¿ Qué habrá sido de esos chicos que desertaron ?. ¿ A dónde se habrán ido ?…
– Mira. Aqui hay algo peor.
En uno de los papeles se podia leer: Reemplazo tal, de mil novecientos setenta y tantos. Bajas: 1.
Escuché en aquellos dias varias versiones diferentes acerca del soldado que causó baja, pero hubo de pasar mucho tiempo hasta que conocí la historia de Ángel Álvarez.
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23.- El calentador de agua.
La caldera para calentar el agua de las duchas disponía de un dispositivo de apagado automático. ( Algo parecido al limitador de corriente eléctrica de las casas ). El dispositivo estaba averiado y apagaba constantemente el calentador. Dado que no sabían o no podían repararlo, el encargado de la calefacción, al que todos llamaban «el califa», pasaba todo el tiempo que duraba la ducha sentado junto a la caldera, pulsando el botón de encendido del calentador cada vez que saltaba el automático.
-Clic… ( Salta el automático: Calentador apagado)
-Cloc….( Se pulsa el botón: Calentador encendido)
…. zzz …. zzz … ( Gasoil ardiendo )
-Clic…
-Cloc…
…. zzz …. zzz …
-Clic…
-Cloc…
…. zzz …. zzz …
Lo que no recuerdo es cuando se duchaba el califa…
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26.- Arriando bandera.
Tarariii… ¡¡¡¡ Compañía. Bandera !!!
Aquella tarde, como había sucedido en miles de tardes anteriores la bandera descendía suavemente a lo largo del mástil… Y de pronto, a media asta, la bandera se detuvo.
– ¡ Mi sargento, que no baja !.
– ¿ Cómo que no baja ?. ¡ Pues tira !.
– Ya tiro, pero no baja más…
– A ver que está pasando aqui…
Como todos sabemos, la cuerda tendida a lo largo del mástil pasaba a través de dos poleas. Pero tras años de intemperie el eje de una de las poleas se había roto y la polea al desprenderse había atascado el mecanismo. La cuerda se había quedado trabada. Por mucho que se tirase de ella, la bandera ni bajaba ni subía. Para complicar más las cosas, la polea averiada era la situada en lo alto del mástil.
– ¿ Y ahora qué hacemos ?.
Pues… a grandes males, grandes remedios. Alguien trepó por el mástil, o tal vez utilizaron una escalera… No recuerdo.
Y aquella tarde, como nunca había sucedido en miles de tardes anteriores, la bandera fué arriada de una manera muy poco habitual.
Hasta que se reparó la polea rota pasaron varios dias en los cuales no se izó ni arrió bandera en la compañía.
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28.- El alférez Lauro se licencia.
Parece ser que era tradición el tirar a los alféreces recién licenciados al estanque de las truchas. Cuando le llegó la licencia al alférez Lauro los veteranos lo buscaron por todo el cuartel…. Sin éxito… Ya fuese porque estaba encerrado en un armario, mimetizado con el entorno, camuflado entre la hojarasca u oculto en el interior del tubo de un cañón, el caso es que al alférez nadie le veía el pelo.
Los veteranos tardaron horas en localizar al alférez ( o tal vez ex – alférez, puesto que que cuando apareció ya estaba vestido de paisano ). Lo llevaron por la fuerza hasta el estanque y una vez alli el alférez dijo: » A mi no me echa nadie al estanque… Porque me meto yo solito».
Y en un rápido movimiento, antes de que los veteranos pudieran reaccionar, se metió en el agua por su propio pie. Los veteranos quedaron sorprendidos, pero dieron por válido el baño del alférez, y un rato más tarde supe que éste ya se había ido.
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30.- Una mezcla turbia.
En verano, poco antes de que comenzase el curso de escalada se llenaron los depósitos de combustible. Y al dia siguiente los vehículos de la compañía dejaron de funcionar. Todos a la vez. Alguien se dió cuenta de cuál era la causa. Se había producido un error en el llenado de los depósitos, echando gasoil en el depósito de la gasolina y viceversa, y el combustible añadido se había mezclado con el que todavía quedaba en el depósito antes del llenado asi que la compañía se quedó con dos depósitos llenos de gasolina mezclada con gasoil.
Corrieron por el cuartel explicaciones variadas. Algunos decían que era imposible haber cometido el error, dado que las tapas de los depósitos estaban pintadas de colores diferentes. Y otros decían que alguien había intercambiado las tapas de los depósitos. Y había quien decía que las tapas estaban en su lugar correcto, pero las tuberías que conducían a los depósitos se cruzaban bajo tierra. Y sin duda hubo otras explicaciones más o menos increíbles que no recuerdo, o que nunca llegué a escuchar.
En cualquier caso era un acto evidente de sabotaje. En los talleres mecánicos estaban muy preocupados, por no decir horrorizados. La posibilidad de separar los combustibles una vez mezclados era impensable. Una opción para resolver aquel asunto era la de pagar el combustible entre todos los encargados de talleres. Una suma de dinero elevada, desde luego. La angustia duró varios dias.
Al final se resolvió todo. La explicación que a mi me dieron fué que el combustible mezclado se trasvasaría a una división acorazada de Barcelona, y alli se le podría dar uso ya que el combustible que usan los tanques es precisamente una mezcla de gasolina y gasoil. A mi me pareció algo raro, y nunca supe si eso era verdad, ni pregunté, ni volví a oir hablar de aquel asunto.
Los surtidores de combustible se ven a mi espalda bajo un tejadillo:

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33.- Telegrama al anochecer.
Aunque era un hombre tranquilo, una tarde el suboficial se enfadó por motivos que no recuerdo. Mandó formar a la compañía y nos estuvo llamando la atención un buen rato: » Bla, bla ,bla… bla, bla bla…» En aquella ocasión el suboficial estaba bastante descontento y seguía dando sus quejas: » Bla, bla ,bla… bla, bla bla…» cuando de pronto dijo una frase que yo recuerdo todavía:
– ¡ Y quedan suspendidos todos los permisos !. Aunque vengais y me digais que vuestra madre se está muriendo, no os doy permiso a ninguno.
Yo tuve en aquel instante un mal presentimiento.
El suboficial siguió hablando «Bla, bla ,bla… bla, bla, bla…» y terminó con la misma advertencia:
– ¡ Y ya sabeis que no hay más permisos !. Aunque vengais y me digais que vuestra madre se está muriendo… ¡ Rompan filas !
Y yo volví a tener un mal presagio.
Al anochecer llegó un telegrama a la compañía. Para Piña Martínez. El telegrama decía: «Papá grave. Ven pronto». Solo cuatro palabras, y una de ellas era incorrecta.
El telegrama debería haber dicho «Papá murió. Ven pronto», pero los hermanos de Piña no se atrevieron a darle esa noticia a través de un telegrama.
Piña llamó por teléfono a su casa, y tras la llamada nos dijo: «Tengo que hablar con el suboficial y pedir varios dias de permiso».
Fortea, Costas, Lladó y algun otro le dijeron: » Espera, nosotros vamos contigo», y allá se fueron todos ellos a hablar con el subteniente.
A la mañana siguiente, muy tempranito, Piña cogió el autobús que salía de Viella. Estuvo ausente varios dias… Volvió… Vi desde lo lejos como el brigada le daba el pésame… Todo siguió su curso de nuevo…
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35.- Nuevo reeemplazo.
Yo estaba de guardia.
Los soldados del nuevo reemplazo llegaron a Viella una tarde a mediados de año. Era verano, y aún había luz. El autobús se detuvo delante del cuartel.
Desde mi puesto de guardia pude oir como alguien gritaba: «¡ Conejos. Vais a morir !».
Los recién llegados formaron un pelotón y los llevaron corriendo de un lado para otro. A los dormitorios, al almacén, etc… Los veteranos gritaban constantemente…
Yo estaba de guardia. No participé en nada de eso…
A la hora de retreta se pasó lista. Faltaban por llegar dos o tres. El sargento dijo que deberíamos esperar hasta el dia siguiente para ver si aparecían, y oir que explicaciones daban.
A la mañana siguiente Gelo, que tambien estaba de guardia gritó desde la entrada
– ¡ Mira a ese que va por ahi !
Todos salimos del cuerpo de guardia. Por la acera de enfrente un chico desconocido vestido con el uniforme militar caminaba tranquilamente y le llamamos:
– ¡ Oye chaval !. ¡ Espera un momento !. ¿ Tú no vendrás destinado aqui ?.
– Eeeeh… Pues no se… ¿ Es este el cuartel de Viella ?.
– ¡ Pues claro !. ¿ No nos ves a nosotros ?. Anda pasa.
– ¿ Por dónde se entra?.
– Por aqui.
En esto llega Villavieja y muy en su papel, empieza a gritarle
– ¿Y tú cómo llegas ahora ?
– Es que me he perdido..
– ¿ Y cómo traes asi el uniforme ?. Te falta la boina. Vienes sin boina. ¿ Dónde has dejado la boina ?
– Pues tambien la he perdido…
– ¿ Y el petate ?
– ¿ Qué petate ?.
– ¿ Cómo que qué petate ?. El petate es una bolsa grande para llevar cosas durante los viajes. ¿ No tienes un petate ?.
– ¡ Ah !… Lo he dejado por ahi… En la parada del autobús…
Villavieja seguia gritando pero a cada pregunta que hacía, el chaval daba una respuesta cada vez más desconcertante. A los demás nos daba la risa. Al final Villavieja se lo llevó con él.
MIentras se alejaban le dije a Lladó: » ¡ Ay Lladó !. Me parece que éste no va a durar mucho aqui».
– Si. A mi tambien me lo parece, respondió él.
Pero si que duró… Con el nuevo reemplazo llegaron varios tipos despistados. Algunos además de despistados eran bastante singulares y curiosos… Se fueron adaptando… Sin duda siempre fué asi…
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36.- Novatada en forma de teórica. ( O teórica en forma de novatada ).
¿ Recuerda usted el punto 3 de este anecdotario en el que se narra el video acerca del fusil de asalto durante el C.I.R. ?. Si la respuesta es afirmativa, puede usted continuar leyendo.
Aquella tarde, después de comer, uno de esos veteranos con barba de varios meses se presentó en la cocina.
– Hola. ¿ Tenéis una caja grande de cartón ?.
– Pues no se… Aqui no… Mira en la basura,
– Vale. Voy a ver por allí…
El veterano se dirigió al montón de basura situado tras la cocina. Escogió la caja de mayor tamaño. Arrancó la base y la tapa, dejando solo las paredes laterales. Tomó también prestada una de esas escobas de caña que se encontraban apoyadas contra la pared y se fué con caja y escoba a la nave nueva. Alli esperó.
Aquella tarde, después de comer, a toque de corneta los miembros de la tropa subían corriendo hasta la planta alta de la nave nueva. Había allí un aula donde se impartían las explicaciones teóricas.
El veterano estaba asignado a destinos. No le correspondía estar en el aula, pero entró mezclado con la tropa. Mientras todos se iban sentando se dirigió a la mesa. Alguien le dijo:
– ¿ Qué haces tú aquí ?. El capitán está a punto de llegar. Como llegue y te encuentre aquí ten por seguro el que te arresta.
– Tu calla. Déjame hacer.
El veterano pidió silencio. Pidió atención. Apoyó la caja sobre la mesa y se agachó metiendo la cabeza dentro de ella, de modo que se viese su cara como se vería a través de un monitor de video. Entonces dijo:
» Hoy os voy a hablar de algo que será vuestra principal compañia durante vuestra estancia aquí «, y alzando la escoba que llevaba en la mano, se la mostró a todos y gritó. » La escoba de asalto «.
Continuó explicando: » Las partes de la escoba son, básicamente dos: En primer lugar, un mango cilíndrico medianamente largo, que puede ser de madera, metal o caña. En su parte inferior este mango lleva adosada la segunda parte de la escoba. Esta segunda parte consiste en una serie de pelos de material plástico o de esparto y bla, bla, bla….» y describió la escoba con riguroso detalle.
Luego vino la parte práctica: » La escoba se maneja asi: Con una de las manos se sujeta firmemente el mango, más o menos a la altura de su tercio superior, mientras que con la otra mano se realiza un movimiento alternativo bla, bla, bla… » explicaba mientras movía la escoba barriendo del suelo una basura imaginaria.
Y hubo más: «La escoba tiene dos posiciones: Escobazo a escobazo, o a ráfagas. La posición a ráfagas solo se emplea en los momentos críticos del zafarrancho: Cuando atacamos o cuando nos atacan. Me refiero a que nos atacan con un posilble arresto, bla, bla, bla…»
Todos reían. Reían mucho. Reían muchísimo. Alguno se revolcaba por el suelo de la risa. Pero el veterano era consciente de que estaba yendo demasiado lejos. El capitán podría entrar en cualquier momento. El veterano apuró su explicación, recogió sus bártulos, se despidió y se largó de allí zumbando.
Afortunadamente aquella tarde, después de comer, el capitán llegó con unos minutos de retraso. El tiempo justo para que, tras la teórica de la escoba, todos pudieran reponerse de la risa y recuperar la compostura necesaria.
Despues de aquello, el veterano con barba de varios meses siguió a lo suyo y esa fué toda la novatada que hubo por su parte.

Aqui vemos la basura, con varias cajas de cartón y una de las escobas:


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38.- La misteriosa y profunda tubería.
Junto al almacén, entrando a mano derecha, había unas escaleras que bajaban conduciendo a unos cuartos pequeños donde se guardaban las herramientas del carpintero, de los albañiles, etc… y tambien a unos servicios. La mayor parte de los miembros de la compañía iba muy poco por alli abajo. Tal vez hubo quien no bajó nunca hasta alli.
El desagüe de los servicios pasaba bajo la carpintería y allí habia una arqueta que se atascaba con frecuencia y cuya tapa no cerraba bien. Durante el verano la carpintería olía bastante mal como consecuencia de la aguas fecales que pasaban por la arqueta. Años atrás alguien había inventado un ingenioso método de desatascar la arqueta utilizando un viejo parche de bombo de la banda de música y un cordel.
Lo que nadie sabía decir era a donde iban a parar la aguas más allá de la arqueta. La tubería pasaba bajo la carpintería hacia un destino desconocido. Algunos decían que la tubería desagüaba en el Garona. Otros decían que eso no era posible. El nivel del Garona parecía estar ( a ojo ) más alto que el de la tubería, y resulta evidente que las aguas no suben. Había quien explicaba un método bastante inverosímil para que las aguas ascendiesen hasta el nivel del Garona. Había quien decía que las aguas iban a dar a un pozo situado en algun lugar desconocido, y quien decía que despues de muchos años el pozo ya se debería haber llenado. Y cada uno defendía su versión. Y la discusión se prolongó durante meses.
Asi que una tarde, para comprobar si la tubería llegaba hasta el Garona realizamos el siguiente experimento: Vaciamos una enoooorme cantidad de pintura en la arqueta y abrimos todos los grifos para crear corriente de agua. Luego nos fuimos al límite norte para comprobar si se había coloreado el rio en algun punto.
Y alli, sentados junto a la orilla pasamos una entretenida tarde de verano de nuestra ya lejana juventud…
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39.- Por el valle de Arán.
Al poco tiempo de haber llegado a Viella supe que podía pedir rebaje durante los fines de semana, y desde primavera hasta el mes de noviembre pedí rebaje siempre que tuve oportunidad. Durante aquellos fines de semana recorrí el valle de Arán, casi siempre solo. En varias ocasiones cogí el autobús hasta la boca sur del túnel ( Lado de Vilaller ) y pasé alli la tarde. Luego tomaba el autobús que venía de vuelta.
Una tarde de verano en que otro chico y yo fuímos en autobús hasta la boca sur nos retrasamos y perdimos el autobús de vuelta a Viella. Y alli junto al túnel nos pusimos a hacer auto-stop. Paró un automóvil y nos acercamos. El conductor bajó la ventanilla asomando fuera la cabeza. Para nuestra sorpresa, el conductor resultó ser uno de los mandos del cuartel, que estaba tan sorprendido como nosotros:
– ¿ Y vosotros que haceis aquí ?
– Bueno… Pueees… Vinimos por aquí a dar un paseo…
– A ver… Subid que os llevo a Viella.
– Gracias.
Yo me imaginaba ya arrestado, pero al llegar a Viella el conductor nos dijo:
– No puedo llevaros hasta el cuartel. Os dejo en la gasolinera y no le digais a nadie que habeis venido conmigo.
– Bueno… Gracias. No diremos nada.
Y ahi quedó la cosa.
( Yo no volví a subir hasta el túnel. Probé otros itinerarios, y al siguiente fin de semana me volví a encontrar al mismo mando en Artíes )
Este chico de Madrid, cuyo nombre no recuerdo, fué mi compañero en esta anécdota


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40.- Soldado, demuestra serlo.
Dice Carlos del Campo, administrador del blog: «En el tablón que coronaba la entrada al cuartel en el que figuraba el “Todo por la Patria”, por su lado interior, lo último que veíamos al salir del cuartel era una frase que resumía todo el espíritu de aquella Unidad: “Soldado, demuestra serlo”.»
Pero este tablón tiene algo más de historia: La compañía estuvo varios dias sin su correspondiente «Todo por la Patria».
El tablón estaba sujeto por dos altos postes de madera. Y un día uno de los postes que sujetaban el tablón se rompió como consecuencia de la podredumbre y todo se vino abajo y se hizo añicos. ( Tambien se dijo que alguien había derribado el poste de una patada ).
El caso es que era preciso sustituir el tablón y los postes lo antes posible. El subteniente localizó un par de postes bien buenos, pero el tablón roto tenía unas dimensiones importantes. Parece ser que no había ningún tablón de ese tamaño en todo el valle de Arán, y cuando llegó un tablón lo suficientemente largo resultó ser varios centímetros más bajo. Yo fuí el encargado de pintar el nuevo tablón.
Un sargento me dijo: » Tienes que pintar el tablón para que quede exactamente igual al anterior «, y añadió » Y tiene que estar terminado para mañana».
Pero respondí: » Eso si que no puede ser mi sargento. Primero hay que pintar la bandera y el fondo blanco por la otra cara. Y cuando esté seca la pintura hay que rotular los textos. De no hacerlo asi, se mezclarán los colores»
– ¿ Y cuanto tarda en secar la pintura ?
– Alrededor de 24 horas.
– Bueno… Pues acaba esto lo antes posible.
– A la orden, mi sargento.
A mi aquel texto de “Soldado, demuestra serlo” me pareció mal rotulado desde la primera vez que lo ví. Las letras «S» estaban boca abajo y el espacio entre palabras era desigual. Además las letras «R» mayúscula parecían ser letras «A», de modo que, leído desde lejos, el texto parecía decir: «Soldado, demuestaa sealo». Asi que cuando el sargento se hubo ido pensé » ¡¡ Esta es la mía !!. Menudas letras R mayúscula voy a rotular «. Me puse de inmediato manos a la obra.
Un par de dias despues, cuando hube terminado volvió el sargento:
-¿ Ha quedado igual que el anterior ?
– Exactamente igual, mi sargento.
Mentí. Recuerde usted que el nuevo tablón era menos alto, el espacio entre palabras estaba más igualado y las letras «R» tenían un nuevo diseño. El suboficial revisó mi trabajo, y dijo «Pues si que ha quedado igual…» . Ni el suboficial, ni ninguna otra persona pareció haber notado la diferencia en su momento.

Hay fotografías de los dos tablones.
Tablón primitivo:


Tablón de 1981. ( No tengo ninguna foto mejor ):


… Y ahora que ya sabe usted la historia. ¿Nota usted la diferencia?
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41.- El teniente Martínez y la banda.
A mi me gustaba tocar en la banda. Los mejores momentos fueron aquellos dias a finales del verano en que ya éramos veteranos y la banda tocaba mientras la tropa desfilaba por el patio. Piña Martínez era el cabo. En una de nuestras primeras sesiones como veteranos despues de un buen rato tocando el teniente Martínez gritó:
– ¡ Piña, deja de tocar !.
Pero Piña o bien no le oyó o bien hizo como que no le había oido. Siguió tocando y nosotros con él mientras la tropa desfilaba. Entonces el teniente se situó delante de Piña y gritó de nuevo:
– ¡ Piña, deja de tocar !.
Parecía imposible que Piña no hubiese oído al teniente. Yo desde luego si que le oí por segunda vez. Creo que todos le oimos, pero Piña siguió tocando. Nosotros tambien seguimos tocando y la tropa siguió desfilando…
Los que hayan conocido al teniente Martínez tal vez imaginan lo que vino a continuación pero lo que sucedió fué algo inesperado. El teniente Martínez se dió la vuelta y se marchó.  Se ausentó del patio por lo menos durante diez minutos. Y seguimos tocando mientras la tropa desfilaba ( y sufría ) …
Cuando volvió el teniente dijo de nuevo:
– ¡ Piña, deja de tocar !.
Esta vez Piña si que hizo caso. Se terminó el desfile. La tropa rompía filas y el teniente se acercó a nosotros.
– Piña. ¿ Por qué no has parado de tocar cuando te mandé ?.
– Lo siento mi teniente. Con el ruido de los tambores no le he oido…
– ¿ Cómo que no has oido ?. Bueno, pues que no se repita. La próxima vez que te mande parar y no me hagas caso te corto el cuello.
– A la orden, mi teniente. No se preocupe. No volverá a suceder.
Y a partir de ese dia cuando el teniente deseaba que terminase el desfile se ponía delante de Piña y en vez de ordenarle verbalmente que parase de tocar se pasaba el dedo índice por el pescuezo haciendo el gesto de cortar el cuello. Todos sabíamos que era el momento de terminar.
Siempre tuve la impresión de que el teniente Martínez apreciaba mucho a Piña, aunque no supe bien los motivos. Tal vez porque eran paisanos… No se…
Los que no quedaron nada contentos en aquella ocasión fueron los de la tropa, y tras la sesión varios de ellos vinieron a quejarse. Gonzalo Collar aun recuerda aquella mañana y en algun comentario de este «blog» aun sigue quejándose, y con razón. Pero yo tambien recuerdo aquella sesión. Hago como que no oigo y sigo tocando…
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45.- Excursión a la central de Vandellós.
Parece ser que la idea fué del alférez Alba. Un dia de otoño se pidieron voluntarios para ir de visita a la central nuclear de Vandellós. Nos presentamos en número suficiente como para llenar un autobús. Varios dias más tarde fué la visita. El teniente Martínez insistió mucho en la uniformidad. Pasamos revista varias veces antes de salir y aun asi el teniente no parecía muy convencido. Tuve la sensación de que nos dejó marchar a regañadientes. Pernoctamos en el cuartel de Gerona. Despues de medio año en Viella tuve la oportunidad de ver por unas horas otro cuartel desde dentro. Yo estaba en la banda y tal vez por ese motivo sentí curiosidad por observar el toque de diana y la tropa saliendo a formar al patio. Luego visitamos la central. A mi me pareció interesante. Otro momento que recuerdo fué cuando paramos a comer en otro cuartel, junto con la tropa. O tal vez lo que recuerdo no fué una comida, sino la cena en Gerona. En cualquier caso, a mi me tocó compartir mesa con varios de esos tipos pelmas que, aunque no me conocían de nada, se pasaron la cena explicándome lo duro que era el servicio militar en su cuartel en comparación con el mío ( que tampoco conocían de nada ). Yo les dejé hablar y ellos quedaron encantados.
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46.- Una guardia algo larga.
No recuerdo los detalles, pero hubo un determinado momento en el que éramos muy pocos los que estábamos en el cuartel. En aquel momento éramos tan pocos, que todos habíamos echado cuentas llegando a la conclusión de que no había suficiente gente para cubrir las guardias a no ser que alguien repitiese su turno de guardia. La situación se presentaba complicada.
A toque de retreta formamos los cuatro gatos que quedábamos en el cuartel. El furriel sudaba. Llegó el sargento y dijo: «Buenooo… Estooo… Vamos a veeer…».
Entonces alguien dijo: «Mi sargento, yo me presento voluntario para hacer dos guardias seguidas».
-No puedes – contestó el sargento -. Las ordenanzas impiden estar de guardia más de 24 horas seguidas.
Pero el soldadito no estaba dispuesto a dejarse amilanar por una minucia administrativa y replicó:
– ¿ Cómo que no puedo, mi sargento ?. ¡ Si que puedo !. ¡ Me estoy presentando voluntario !.
– ¿ Pero tú quieres hacer dos guardias seguidas ?.
– Si mi sargento.
– Pues no se hable más. Furriel apuntalo en la libreta.
Asunto resuelto.
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50.- Pintura gris para el cementerio.
Esta anécdota tiene fecha exacta: 30 de octubre de 1981. El teniente Martínez se me acercó para preguntarme:
– ¿ Sabes si hay pintura de color gris en el almacén ?
– Pues de color gris no hay mi teniente. Pero si que hay de colores blanco y negro. Mezclando ambas se puede obtener color gris de cualquier tono
– Es que verás. Pasado mañana es el dia de los difuntos, y hay una tumba de la compañía en el cementerio. Hay que ir a limpiarla y adecentarla. Y si es preciso darle una mano de pintura para que esté impecable el primero de noviembre. ¿ Seguro que no hay pintura gris ?.
– Seguro mi teniente. Pero se puede preparar sobre la marcha.
– Vale. Pues mañana hablamos.
– A la orden.
A la mañana siguiente esperé la orden para ir al cementerio, pero se me encargó otra tarea. Estuve algo intrigado hasta la hora de comer en que coincidí con Piña y me dijo:
– ¿ Sabes qué ?. Esta mañana hemos estado Fortea y yo en el cementerio.
– Ah.
– Estuvimos limpiando una tumba de la compañía. Y tambien le dimos una mano de pintura. Algunas personas que estaban en el cementerio en ese momento nos dijeron que un soldado de la compañía había muerto hace años, pero que no estaba enterrado alli.
Nunca supe que era lo que había en el cementerio, si una tumba o algun tipo de monumento funerario al soldado desconocido… No se… Sentí curiosidad y pensé en ir al cementerio en alguna tarde de paseo, pero ya era noviembre. A la hora del paseo ya era de noche. Más o menos por esa época empezó el frío; cambié de costumbres y dejé de salir por el valle de Arán.
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54.- La porra de Lladó
– Riesco ¿ Quieres participar en una porra para adivinar cuándo nos licenciamos?.
– Mmmm. ¿ En qué consiste eso ?.
– Es una apuesta. Cada uno entrega 10 pesetas. Y el que adivine el día en que no licenciamos, o el que más se aproxime se lleva todo el dinero. ¿ Cuándo crees que nos vamos ?. Unos dicen que el 15 de diciembre. Otros que el 22. Otros que el 25… Hay mucha gente participando.
– Bueno.. Eeeh… Yo apuesto por el 23 de febrero. Primer aniversario del 23 – F.
– ¿ Pero qué dices ?. ¿ Febrero ?. No vamos a estar aqui tanto tiempo. ¡ Si ya estamos a punto de licenciarnos !. ¡ Febrero imposible !.
– Pues yo quiero apostar por el 23 de febrero.
– Esa apuesta es descabellada y no se admite. O apuestas por algo normal o no apuestas.
– Bueno…
Y no me dejaron apostar.
Dias despues se enteró el sargento. Dijo que las apuestas con dinero no estaban permitidas en el ejército. Lladó se defendió alegando que no había ninguna mala intención en esa porra, pero el sargento insistió en que no se podía apostar con dinero de por medio. Lladó se vió obligado a devolver sus 10 pesetas a cada uno de los apostantes y asi terminó todo.
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57.- Navidad. Fin de año. Reyes…
A mediados de diciembre empezaron a oirse comentarios que decían cosas tales como: «¡ Un dia de estos nos licenciamos. Acabo de llamar a casa por teléfono. Me dicen que a mi primo, que es de nuestro reemplazo ya le han dado la blanca !» .
Pero fueron pasando muy lentamente los dias de diciembre y nuestra licencia no llegaba.
– ¡ Para Nochebuena !. En Navidad estamos en casa. Solo quedan unos dias. Ya verás.
Y llegó la Navidad sin las noticias de nuestra licencia.
– ¡ Para fin de año !. Unos dias más y nos vamos. ¡ A comer las uvas en casa !.
Y llegó el fin de año, pero seguíamos en Viella. Y comenzó enero.
– ¡ De regalo de reyes !. ¡ Nuestra blanca va a ser el regalo de reyes !. Dentro de unos dias nos vamos. Mi primo, que es de nuestro reemplazo ya está en casa hace medio mes.
Recuerdo que hubo un chico de nuestro reemplazo que estuvo de guardia en Nochebuena, y en fin de año y el dia de Reyes. ( En una de las ocasiones porque le correspondía su turno o y en las otras dos porque se presentó voluntario para que no le tocase guardia a otros que se habían desanimado ).
Una de esas noches, de noche, muy de noche, pasaron los Reyes Magos frente al cuartel. Llegaron calle abajo. Desde Betrén. A cada poco se detenían para ir dejando regalos en las casas de Viella. Entraron tambien en la residencia de suboficiales. Tal vez se recibió algun regalito entre la tropa. Para el chico que había hecho tantas guardias no hubo nada… Los Reyes Magos siguieron su camino. Horas despues amaneció.
Cundió un cierto desánimo. Ya nadie veía claro el posible dia en que nos llegaría la licencia. Nadie sabía entonces que aún nos esperaba mes y medio de estancia en Viella. Supongo que el curso de esqui nos entretuvo bastante…
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58.- 22 de febrero de 1982: Una noticia esperada.
Una noche, casi a la hora de retreta:
– ¡ Riesco, Riesco !. ¡ Mañana nos vamos !. ¡ Seguro !.
– Otra vez me das la misma noticia.
– ¡ Pero esta vez es verdad !. Ya llegó la orden. Seguro que nos licenciamos mañana. ¿ No ves que contentos están todos ?.
– Pues si…
– El capitán mandó a los de oficinas que hagan una lista. Los que hayan estado menos veces arrestados se irán primero.
Bueno… Yo había estado arrestado pocas veces, pero los encargados de oficinas al revisar la lista se encontraron con un chico que no había sido arrestado nunca. Si. Ha leído usted bien, pero de todos modos se lo repito. En mi reemplazo hubo uno que no fué arrestado nunca. Era un chico muy tranquilo, muy discreto y cumplidor. Sin duda el que nunca hubiera sido arrestado se debió en gran medida a su carácter. Creo que se fué aquella misma noche.
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59.- 23 Febrero de 1982.
Nos licenciamos el 23 de febrero, primer aniversario del 23 – F. Pensé en que yo habría ganado en la porra de Lladó ( ver anécdota 54 )
– ¿ Y ahora que hay que hacer ?.
– Pues pasas por el almacén, devuelves el equipo, recoges la cartilla, y ya te puedes marchar.
– Vale…
Devolver todo el equipo era algo complicado. Aunque hubo quien ya lo tenía todo preparado desde hacía dias, o tal vez semanas, tambien hubo muchos a los que les faltaba alguna de las prendas y tuvieron que negociar para comprarlas, o que convencer a otro para que se las regalase, y sin duda, hubo algun pillín que robó algo en el último momento.
No se que sucedió con la lista de arrestados del dia anterior. Muchos se fueron ya de mañana, pero yo fuí uno de los últimos en marchar y cuando dejé el cuartel ya empezaba a anochecer. El último autobús a Lérida ya había salido, y no me quedó más remedio que pernoctar en Viella.
Creí que me econtraría por Viella a muchos chicos de mi reemplazo recién licenciados como yo, pero para mi sorpresa no me encontré con ninguno. Nunca supe ( y sigo sin saber todavía ) donde se habían metido los demás. Asi que anduve vagando por las calles, y al llegar la noche me alojé en el hotel «El Ciervo». Lo más pasmoso fué que ellos si que sabían donde estaba yo. Alrededor de las tres de la mañana llamaron a la puerta de la habitación.
– ¡ Abre. Abre. Soy Gelo. !
– ¿ Qué pasa ?.
– Tienes que dejar dormir a Martín esta noche en tu habitación.
– ¿Eeeh… ?
– Es que Martín está muy borracho. Dice que se quiere bañar en el rio, o echarse a dormir en la nieve. No podemos dejarlo solo porque le puede pasar una desgracia, y tu eres el único que está pasando la noche en un hotel.
– Bueno… Pues que se quede aqui a dormir.
– Gracias.
– Oye. ¿ Y dónde están todos los demás ?.
– Estamos todos por ahi, celebrándolo.
– Ah…
– Bueno. Pues yo ya me voy. Adios.
– Adios.
No se me ocurrió pensar en aquel momento que no volvería a saber de Gelo…
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60.- Fin
Horas más tarde, ya de mañana, Martín, aparentemente sereno  se levantó se despidió y se fué. Luego me levanté yo y me dirigí a la parada del autobús. Creí que me encontraría allí a otros compañeros de mi reemplazo esperando el autobús de vuelta a casa, pero de nuevo no me encontré con nadie. Subí al autobus que llegada su hora arrancó, subió pesadamente la cuesta y entró en el túnel. A la salida el Valle de Arán ya se había quedado atrás.
Nunca supe cuándo ni cómo se fueron los demás ni en que pensaron durante su vuelta a casa. Aunque todavía recuerdo con detalle lo qué pensé yo durante aquel viaje, pero eso ya no es parte de esta historia.
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Continuará…

16 comentarios en “Varias anécdotas. Jorge Riesco ( 1981 – 82 )

  1. collar ya veo q te acuerdas bien.nada mas aterrizar jajaj venga saludos,yo la verdad no me acuerdo de ti pero bueno refrescame la memoria

      1. Bienvenido a este blog de Veteranos de Viella. Que también es tuyo.

    1. ¿Artabe? ¿Cabo y gastador? ¿Segundo piso a la derecha y luego a la izquierda nada más aterrizar? ¿Larguirucho y tal…? Pues no, no me acuerdo, chico.
      Si que me acuerdo de que se te ve de refilón en alguna foto de las de Alba, por lo menos.

  2. Felicidades por tu gran cronica , espero contactar contigo y con algun compañero mas. Soy Manuel Roldan y estoy muy contento de haber leido estos autenticos best sellers, un abrazo.

  3. Buenisimo Jorge! Muchas gracias.

    La verdad que no me acuerdo de casi ninguna de estas anécdotas, ay .. mi memoria .. jajaja

    Y podias ponerlo, el soldadito de la anécdota N 11 era yo, eso de tener aguja e hilo era necesario.

    Un saludo

    1. Pablo te mando un fuerte abrazo si puedes contacta conmigo por e mail , hay muchos recuerdos que comentar y disfrutar.

      1. Hola Manuel !

        Tanto tiempo .. otro abrazo para ti. Te mando un email.

  4. Interesante, muy interesante. !!LA LLAGA HA HABLADO!!.
    Así que la teórica de la escoba, no era materia de obligado aprendizaje.
    Así que salias del Valle sin permiso.
    Así que vuestros conejos además de despistados, eran bastante singulares y curiosos.
    Así que variaste el cartel de la entrada a tu antojo, corrigiendo al Capitán de la Barrera.
    Así que en la banda os pasabais por debajo del puente las ordenes del teniente Martínez.
    Así que ……..

    DENTRO DE MI DESPISTE Y AMPARANDOME EN MI CURIOSA SINGULARIDAD REPITO COMO DECIA ENTONCES:

    «ESTÁN LOCOS ESTAS LLAGAS».

  5. Recuerdo perfectamente la teórica de la escoba y otras anecdotas divertidas en nuestra llegada como conejos. La verdad es que no fuisteis unos veteranos complicados, en general erais buena gente, en mi camareta todos, llegando en algún caso a evitar a los conejos que allí estabamos alguno de los puteos habituales a nuestra condición de conejos.

    un saludo,

  6. No sé cuando has publicado esto, pero no lo he visto hasta hoy. Es un documento estupendo. Estoy deseando ver lo que falta.
    Me ha hecho mucha ilusión leerlo porque algunas caras las conozco, así que parece que los estoy viendo mientras leo, sobre todo a Lladó, tan serio, con la boina muy ladeada tapándole un buen pedazo de la cara, arqueando el cuerpo para atrás para tocar la turuta. Me parece que nunca lo ví sonreir.
    Piña tenía cierto punto de rebeldía saludable y me da la corazonada de que era eso lo que apreciaba Martínez. De todos modos ese (chungo) aliado no le fue de mucha utilidad, porque creo recordar que a Piña le crujieron a arrestos de mala manera y muy injustamente. Todavía parece que le oigo lamentándose: «!Joder, otro arresto, parece como si yo fuera un delincuente, o un criminal, otra vez arrestado, coño, que yo soy una persona normal, me c. en su p. m. etc…!» Gran tipo.

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