Reinando Alfonso I el Batallador en Arán.

INTRODUCCIÓN.-

Según algunos autores (1), la primera referencia acerca del valle de Arán que aparece en las fuentes literarias se encuentra en la Crónica II de Alaón y en la Crónica de Alaón renovada (ediciones Abadal, Catalunya Carolingia, II). En dichas crónicas se cuenta que en época del conde Bernardo, su hermano Ato detentaba las sedes episcopales de “Ripacurcia et Aran et Paliaris et Superarbi”, es decir, Ribagorza, Arán, Pallars y Sobrarbe. En plena época feudal, “detentar” una sede episcopal era tanto como decir que se era propietario de todo el territorio que abarcara dicha sede puesto que la Iglesia, al igual que la nobleza y la aristocracia, actuaba a modo de gran propietario feudal y tenía personas dependientes bajo su patrocinio que trabajaban las tierras obteniendo a cambio su protección. El tal Ato era hermano del conde Bernardo de Ribagorza (916-950).

Ribagorza, al igual que Pallars, eran territorios de muy reducidas proporciones. El primero estaba comprendido entre los valles de los ríos Noguera-Ribagorzana –que nace en el macizo de la Maladeta-, Ésera -en el valle de Benasque- e Isábena, hasta el límite que formaban los territorios musulmanes en las inmediaciones de las actuales poblaciones oscenses de Graus, Benabarre y Montañana; Pallars, desde la cuenca alta del río Noguera-Pallaresa -que nace en las planicies de Beret, muy cerca del actualmente despoblado Montgarri- ocupaba los valles de, Aneu, Cardós y Farrera, haciendo frontera con el condado de Urgel por el este, el de Ribagorza por el oeste y con los musulmanes de la Taifa de Lérida, por el sur. Tanto Ribagorza como Pallars, difíciles de acceder desde el lado de la península porque no los atravesaba ninguna calzada romana, habían sido conquistados, a finales del siglo VIII, por el conde Guillaume I de Toulouse, personaje emparentado con la familia de Carlomagno y conquistador de los territorios de la Gothia y la Septimania durante la convulsa época en que los francos crearon al sur de los Pirineos la, por ellos llamada, Marca Hispánica (finales del siglo VIII y comienzos del IX), además de ser el padre del primer conde que tuvo Barcelona y que se llamó Bero. Ribagorza y Pallars estuvieron, al principio, regidos por los condes de Toulouse. Luego, cuando fue creado el condado de Aragón, a principios del IX, pasaron a depender de éste bajo el gobierno del franco Aznar Galindo (809-824), para recaer a mediados de siglo otra vez bajo el poder de los condes de Toulouse. Fue el conde Raimundo I, hijo del conde Loup de Bigorre, quien en 872 proclamó la independencia de Ribagorza y Pallars con respecto al condado franco de Toulouse. Raimundo I de Pallars-Ribagorza emparentó a su hermana Daldidis con el pamplonés García Jiménez, de la dinastía Jimena. Tuvo cinco hijos: Bernardo, Mirón, Ato, Isarno y Lupo. Al morir en 920, sus dominios se repartieron entre sus hijos: Bernardo y Mirón recibieron Ribagorza; Isarno y Lupo, Pallars. Ato quedó siendo obispo de las sedes anteriormente expuestas. Es, por tanto, un hecho que para esta fecha el valle de Arán pertenecía bien al condado de Ribagorza o bien al de Pallars, pero ya no estaba bajo la influencia de ningún condado franco.

En otros fragmentos de dichas crónicas se dice que los antecesores del conde Guillermo Isarno, de la línea sucesoria de Bernardo de Ribagorza, habían poseído el Valle de Arán, con lo cual éste esperaba heredarlo conforme a la ley. Pero en el año 1017, el conde Guillermo Isarno murió combatiendo en una expedición llevada a cabo contra los pobladores del valle de Arán que, probablemente, se mostraran contrarios a ser gobernados por aquél. De ser ciertas estas noticias, habría que convenir que, durante al menos la segunda mitad del siglo X, y bajo los gobiernos de los condes Raimundo II e Isarno, abuelo y padre respectivamente de Guillermo Isarno, el valle de Arán habría estado bajo el poder del condado de Ribagorza. Luego, en los primeros años del siglo XI, sus pobladores habrían pretendido independizarse y por eso se batieron contra Guillermo Isarno. Al morir Guillermo Isarno, sobre el condado de Ribagorza se lanzaron los musulmanes de la Taifa de Saraqusta y se apoderaron de todo el sur y el centro del mismo, pero el rey de Pamplona, Sancho el Mayor (1005-1035) ocupó las cuencas medias de los ríos Ésesa e Isábena y se lo arrebató a los musulmanes. El norte del condado sería ocupado por el conde Raimundo III de Pallars, primo hermano de Guillermo Isarno, el cual alegaba los derechos de su esposa doña Mayor de Castilla.

La siguiente noticia que da la Crónica de Alaón renovada sobre el Valle de Arán se refiere a la muerte en dicho territorio del rey Pedro I de Aragón y Pamplona (1094-1104) al asegurar que el rey don Pedro “ex propria migratione mortuo in Aran”, aunque sin especificar en qué circunstancias. Para la época del reinado de Pedro I no existen ciertamente datos que aseguren que el valle pertenecía al reino de Aragón, pero sí para la época de su sucesor, Alfonso I el Batallador.

SANCHO EL MAYOR DE PAMPLONA.-

El reino de Aragón había surgido como consecuencia de la escisión del reino de Pamplona, a la muerte del rey Sancho Garcés III (1005-1035). Sancho Garcés III, más conocido en la historia como Sancho el Mayor, es  considerado por muchos historiadores como el monarca más poderoso de su tiempo, pues logró consolidar el reino de Pamplona y lo convirtió en el más influyente de toda la Cristiandad española. Contuvo en los Pirineos los avances de los musulmanes de la Taifa de Saraqusta al establecer una infranqueable línea de castillos desde el valle de Funes hasta Murillo de Gállego y Loarre, de suma importancia estratégica y fue el precursor de las dinastías de los reinos de León, Castilla y Aragón. Estuvo emparentado por línea materna con la nobleza castellana y con la leonesa, pues su abuela, doña Urraca Fernández, era hija del conde Fernán González de Castilla y había estado casada con los reyes Ordoño III  y Ordoño IV de León, antes de contraer matrimonio con Sancho Garcés II Abarca en 962. Sancho el Mayor siempre mostró más interés por conseguir imponer su hegemonía sobre los demás estados cristianos de la península que por acrecentar los límites de su reino a costa de Al-Andalus, que se hallaba para estas fechas totalmente desmembrado en los reinos de Taifas.

Durante la primera etapa de su reinado, Sancho el Mayor mantuvo estrechos lazos diplomáticos con el conde de Castilla, Sancho García, y contrajo matrimonio en 1010 con la hija de éste, Munia de Castilla. Fruto de aquellas excelentes relaciones fue que en el año 1016 el rey pamplonés y el conde castellano suscribieron un pacto de concordia et convenientia mediante la cual se delimitaba la frontera entre Pamplona y Castilla poniéndose fin, en favor de Pamplona, a la disputa sobre el control de la zona de San Millán de la Cogolla, que desde la época de Fernán González había pretendido Castilla. Cuando murió el conde Sancho García de Castilla (1017), su hijo García Sánchez heredó el condado y Sancho el Mayor se convirtió en el protector del condado castellano, interviniendo a favor del joven hijo de su cuñado. En 1023 el rey Alfonso V el Noble de León (999-1028) enviudó de su primera esposa y se casó con doña Urraca de Pamplona, hermana de Sancho el Mayor. El rey pamplonés se convirtió en cuñado del rey de León y la política del primero con respecto a Castilla cambió radicalmente de signo. León aspiraba a dominar los territorios castellanos que se extendían entre los ríos Cea y Pisuerga y Sancho el Mayor acordó con su cuñado no intervenir en las acciones de éste sobre dichos territorios, al tiempo que él ocupaba la comarca castellana de la Bureba y el condado leonés de Álava, desde el río Oyarzun hasta el Nervión. Luego, como una manera de asegurar sus fronteras, dividió el condado alavés en varios territorios, creando un condado alavés mucho más reducido y dos señoríos: Vizcaya y Guipúzcoa. Poco a poco, Sancho el Mayor convirtió a los nobles castellanos en dóciles súbditos al dar cohesión al desgobierno originado en el condado de Castilla como consecuencia de la muerte de su conde y la consiguiente disgregación nobiliaria, implantando el imperio de la ley y el orden y estableciendo el sistema militar de las tenencias, que tan buenos resultados le estaba dando en otros territorios (las tenencias eran las plazas fuertes enclavadas en poderosos castillos, en las que las personas de mayor confianza del monarca, que normalmente ocupaban cargos palatinos, gobernaban in situ en nombre del propio rey, poniendo sus tropas a su disposición cuando aquél lo requería).

Sancho el Mayor consiguió prácticamente imponer la autoridad sobre Castilla y propició el cambio de nombre de su esposa que pasaría a llamarse Mayor, en lugar de Munia. Pero en 1028 murió Alfonso V de León y le sucedió su hijo Bermudo III. Sancho, convertido ya en el adalid principal de los reinos cristianos peninsulares, buscó un arreglo matrimonial entre el reino de León y el condado de Castilla. Los pretendientes serían el conde de Castilla, García Sánchez, y la hermana de Bermudo III, la infanta Sancha. Al año siguiente, la comitiva que llevaba al conde castellano a León fue asaltada por los hijos del conde castellano Vela y el joven García Sánchez murió. Sancho el Mayor, apelando a los derechos de su esposa Mayor, reclamó el condado de Castilla. El rey pamplonés, después de apresar a los Vela, ocupó la llanura entre el Pisuerga y el Cea y, aunque Bermudo III de León, de doce años de edad, quiso encender la llama de la guerra, su regenta y madrastra doña Urraca, hermana de Sancho el Mayor, le desaconsejó. En muchos textos de la época aparece la fórmula “reinando Sancho rey en Leon y en Castilla”. Pero en 1032, habiendo ya cumplido Bermudo dieciséis años y habiendo sabido rodearse de personas más fieles a él, las tropas del rey leonés y del pamplonés se encontraron frente a frente, separadas tan sólo por las aguas del río Cea, pero no llegaron a batirse. Sancho el Mayor, en un nuevo arranque de diplomacia consiguió negociar con el rey Bermudo III una nueva alianza matrimonial entre la hermana de éste, doña Sancha, y su propio hijo, Fernando. La boda se celebró por todo lo alto en al año 1033, y aunque parecía como que el litigio entre ambos reinos llegaba su fin, no fue así. Las luchas continuaron hasta el año 1034 en que Sancho el Mayor entró victoriosamente en León y el obispo de Astorga reconoció al nuevo soberano. Sancho el Mayor conquistó las comarcas de Zamora y Astorga, y el rey Bermudo III se recluyó en su reino de Galicia.

La labor de Sancho el Mayor en las comarcas de la vertiente sur de los Pirineos fue enorme. Al este de la Jacetania, territorio que inicialmente se correspondía con el condado carolingio de Aragón, existía otro núcleo cristiano, aislado y de muy difícil acceso, que estaba emplazado en la cuenca del río Cinca y que se extendía desde las mismas cumbres del Monte Perdido y del Posets hasta la antigua población romana de Boletum (Boltaña): era el condado de Sobrarbe. Este condado, sobre el que existe muy poca información, era disputado por los condes del vecino Ribagorza y Sancho el Mayor se apoderó de él sin mayores esfuerzos.

Posteriormente, haría lo mismo con el condado de Ribagorza. Tras la muerte en el valle de Arán del conde Guillermo Isarno de Ribagorza en 1017, los musulmanes de la recién creada Taifa de Saraqusta atacaron el centro y el sur del condado de Ribagorza apoderándose de las poblaciones de Roda de Isábena y Santa Liestra. Sin un conde en el gobierno y con los musulmanes amenazando seriamente la estabilidad del condado, la nobleza ribagorzana designó entonces como condesa a doña Munia, que era biznieta del conde Raimundo II de Ribagorza. Pero doña Munia (llamada también Muniadona y, posteriormente, Mayor), que era hija del conde Sancho García de Castilla (995-1017), era también la esposa de Sancho el Mayor, con lo que éste último, alegando los derechos de su esposa, ocupó las cuencas medias de los ríos Ésera e Isábena. El norte fue ocupado por Raimundo III de Pallars, que era primo hermano de Guillermo Isarno de Ribagorza y estaba casado con doña Mayor, la hija del anterior conde de Castilla, García Fernández (970-995), y era tía, por tanto, de doña Munia. Cuando Raimundo III de Pallars repudió a su esposa doña Mayor de Castilla, ésta se refugió en los valles de Sos y Benasque. Entonces, Sancho el Mayor volvió a hacer prevalecer los derechos de su esposa Munia sobre el norte del condado de Ribagorza e impuso finalmente su autoridad en todo el condado pirenaico. Doña Mayor renunció a sus derechos en favor del esposo de su sobrina y el condado de Ribagorza quedó totalmente integrado dentro del reino de Pamplona.

Sancho consiguió también ejercer su autoridad sobre el ducado de Gascuña, en el reino franco. Éste ducado, dividido en una serie de señoríos (Bigorre, Comminges, Bearn y Labourd) estaba relacionado con la dinastía pamplonesa desde finales del siglo IX a raíz del casamiento de la hermana del rey Sancho “Abarca” con el duque de Gascuña, Guillaume I. La alianza se realizó como medida para prevenirse de los ataques de Almanzor por parte del reino hispano-cristiano. La relación entre Sancho el Mayor y Sancho VI de Gascuña, hijo de Guillaume I, sería muy estrecha, como lo prueban varias donaciones a monasterios realizadas conjuntamente por ambos. Este parentesco gascón movió a Sancho el Mayor a aprovechar la oportunidad de transformar a un ducado amigo en un ducado feudatario, y la ocasión se la brindó la disputa que el duque de Gascuña mantenía con el de Toulouse por el control de los señoríos de Agen, Astarac, Comminges y Couserans. Sancho el Mayor ayudó a Sancho VI a consolidar su poder sobre los mismos y, en compensación, el duque gascón juró fidelidad al rey de Pamplona. El ducado de Gascuña se convirtió así en feudatario de Sancho el Mayor. Pero el rey pamplonés ambicionaba más todavía, y vinculó a su reino los territorios situados al norte del río Bidasoa, creando un vizcondado en la zona del actual departamento francés de los Pirineos Atlánticos, al frente del cual instaló a un tal Lope Sánchez. Tras la muerte del duque Sancho VI en 1032, Eudes, hijo del duque de Aquitania, heredó el ducado de Gascuña y Sancho el Mayor, que por entonces se encontraba plenamente absorbido por la campaña de León, desistió de pujar por él.

LA CREACIÓN DEL REINO DE ARAGÓN.-

En el año 1035, un año después de haber entrado en León y extendido el reino de Pamplona-Nájera desde el antiguo condado de Ribagorza hasta las inmediaciones del reino de Galicia, Sancho el Mayor murió. De su matrimonio con Munia, Sancho tuvo cuatro hijos (García, Fernando, Gonzalo y Bernardo) y una hija (Jimena). Su primogénito García (García III Sánchez) recibió un reino considerablemente aumentado por la zona occidental (la Bureba, la Vétula Castilla, el condado de Álava y los señoríos de Vizcaya y Guipúzcoa); Fernando heredó el condado de Castilla, el cual había quedado muy mermado, aunque le correspondiera la fértil llanura entre el Pisuerga y el Cea; y Gonzalo, por su parte, con título de “rex”, adquirió el Sobrarbe y Ribagorza. Pero Sancho tenía otro hijo, el mayor de todos, que era bastardo porque había nacido de sus relaciones con Sancha de Aibar antes de casarse con doña Munia: se trataba de Ramiro. Éste, había llevado el título de “regulus” (tratamiento que los reyes pamploneses daban a sus hijos que gobernaban la parte oriental del reino, es decir, el primitivo condado de Aragón) hasta el nacimiento del primogénito legítimo, que era García.

A García III Sánchez, apodado “el de Nájera” (1035-1054), le correspondió la tarea de ejercer la soberanía sobre los territorios de Castilla, Aragón, Ribagorza y el Sobrarbe, pero mantuvo disputas con dos de sus hermanos, Fernando y Ramiro, los cuales pretendieron reclamar como reinos los condados de Castilla y de Aragón, respectivamente. Así, Fernando (que ostentaba el cargo de conde de Castilla) se batió contra el rey Bermudo III de León, que había vuelto a ocupar el trono leonés, y le venció en la batalla de Tamarón (1037). Muerto Bermudo, Fernando, que a la sazón estaba casado con su hermana, se convirtió en rey de León, con el nombre de Fernando I de León. Por su pretensión de hacerse cargo de los territorios que su padre había segregado de Castilla para anexionarlos a Pamplona, Fernando I y su hermano García III entraron en guerra, y en la batalla de Atapuerca (1054) García Sánchez III de Pamplona, “el de Nájera”, murió. Fernando I anexionó para su reino todo el territorio disputado y sería el padre de los futuros monarcas Sancho II Fernández de Castilla, Alfonso VI de León y García de Galicia. En Pamplona, el hijo de García Sánchez “el de Nájera” ocupó el trono con el nombre de Sancho IV Garcés de Pamplona, el de Peñalén (1054-1076).

Ramiro, cuyas relaciones personales con García nunca habían sido buenas, regía los territorios del condado de Aragón aunque estaba sometido a la potestas regia de su hermano. Para conseguir convertir en reino al antiguo condado de Aragón tenía, en primer lugar, que romper su vínculo de fidelidad con la rama legítima de su padre, la cual, en aquel momento, estaba representaba por el rey Sancho IV Garcés, el de Peñalén. Pero romperlo sin más le habría acarreado la pérdida del gobierno del condado, ya que con muy poco esfuerzo y tiempo los tenentes del reino lo habrían ocupado. Ramiro necesitaba el reconocimiento papal y empezó a concebir la idea a acercarse al mismo.

Su principal política consistió en aumentar sus dependencias territoriales, y a ello, sin duda, le ayudó su matrimonio con Gilberga de Foix, hija del conde Bernand Roger de Carcassone. Éste era conde de Couserans y de Carcassonne, señor de Foix y, tras su matrimonio con Garsenda de Bigorre, conde también de Bigorre. Su hija, que más tarde se cambiaría el nombre por el de Ermesinda, fue un buen partido para Ramiro, puesto que le aportó en dote un buen número de castillos y zonas enclavadas en diferentes lugares de los Pirineos. Si el territorio original del condado de Aragón, tal como se creó en época de Carlomagno, pudo haber tenido unos 600 kilómetros cuadrados, Sancho el Mayor lo amplió hasta los 4.000 al añadirle la zona sur de la actual comarca oscense de la Jacetania, la zona norte de la actual comarca de las Cinco Villas (provincia de Zaragoza), la cuenca izquierda del río Gállego y una línea de fortificaciones creadas por las tenencias, desde Uncastillo y Luesia (por debajo del río Onsella, en las Cinco Villas) hasta Agüero y Nocito (en la actual comarca de la Hoya de Huesca) y Secorún (en el Alto Gállego). Ramiro, por su parte, se adueñó de aquellas plazas que estando enclavadas dentro de su territorio no le pertenecían, como Loarre, Bailo, Ruesta y Sos. A la muerte de su hermano Gonzalo en 1038, Ramiro usurpó sus derechos y se hizo con el control de Sobrarbe y Ribagorza, y también negoció con su sobrino Sancho IV el de Peñalén el territorio de Sangüesa, con lo que sus dominios se extendieron considerablemente. Por otra parte, acordó el matrimonio de su hija Sancha con Armengol III de Urgel y de la hija del propio conde urgelino con su hijo Sancho Ramírez, con lo cual se estableció una sólida alianza entre el futuro reino de Aragón y el condado de Urgel, que ampliaba los territorios controlados por Aragón e impedía al conde Ramón Berenguer I de Barcelona el acceso a las tierras del Cinca. Ramiro no ejerció como rey de Aragón, pero lo gobernó “quasi pro rege”, y en “bailía de Dios y de sus santos”. En 1069, asaltando la fortaleza de Graus, que se hallaba en poder del rey musulmán de Saraqusta, al-Muqtadir, Ramiro perdió la vida y su hijo Sancho Ramírez se convirtió en el primer rey de Aragón.

LOS TRES SANCHOS Y EL REINO DE ARAGÓN Y PAMPLONA.-

Los tres hijos primogénitos respectivos de Ramiro, García y Fernando (los hijos de Sancho el Mayor) se llamaron Sancho, como su abuelo, y pasaron a la historia como “los tres Sanchos”. Los tres primos, Sancho II Fernández de Castilla y León (también conocido como Sancho II “el Fuerte” de Castilla, 1065-1072), Sancho IV Garcés de Pamplona (conocido como “el de Peñalén”, 1054-1076) y Sancho Ramírez I de Aragón (1063-1094), se enfrentaron entre ellos y, a partir de sus reinados, la hegemonía del reino de Pamplona vio su final, quedando ésta repartida entre Castilla y Aragón. Sancho el de Castilla, ayudado por el Sancho de Aragón, marchó contra el Sancho pamplonés, con el objetivo de recuperar el territorio de la actual La Rioja. El Cid Campeador, del lado del Sancho castellano, consiguió parte de dicho territorio y, a continuación, entró en la Zaragoza musulmana, sojuzgándola. Los tres Sanchos concertaron un tratado de paz, pero tras la muerte del de Castilla (1072), su sucesor y hermano, Alfonso VI el Bravo (rey de León desde 1065, y de Castilla a partir de 1072, hasta 1109), reanudó la guerra contra el Sancho pamplonés, y San Millán de la Cogolla, que siempre había estado en el punto de mira castellano, pasó a formar parte de Castilla.

La contienda entre los primos sólo finalizó cuando en junio de 1076 se produjo el regicidio de Peñalén, en el que, un día de caza, los propios hermanos del rey Sancho IV de Pamplona arrojaron a éste por un precipicio cerca del poblado de Peñalén. Las consecuencias que tuvo este fratricidio para el reino de Pamplona fueron desastrosas porque la rápida presencia de las tropas de Alfonso VI el Bravo y de Sancho Ramírez I hizo que los grupos nobiliarios del reino se decantaran por uno u otro bando. Los linajes nobiliarios de Vizcaya y Álava apoyaron a los castellanos, mientras que los pamploneses lo hicieron al reino de Aragón. Las tierras del antiguo reino de Pamplona quedaron bajo la autoridad de Sancho Ramírez, el cual se tituló a sí mismo “Sancius gratia Dei rex Aragonensium et Pampilonensium”, convirtiéndose en rey de Pamplona con el nombre de Sancho V. El condado de Álava, los señoríos de Vizcaya y Guipúzcoa, los territorios riojanos y la zona de Calahorra, quedaron en los dominios del rey castellano-leonés.

SANCHO RAMÍREZ I DE ARAGÓN Y PAMPLONA.-

Sancho Ramírez I de Aragón y Pamplona logró conquistar, aunque de manera efímera, la ciudad musulmana de Barbastro en 1064, junto con el conde  Armengol III de Urgel. La hazaña fue revestida de tintes de cruzada puesto que Barbastro era una ciudad importantísima por su ubicación estratégica. En 1068 viajó a Roma para obtener el reconocimiento de la Santa Sede, la principal autoridad moral de la época, de su reducido reino pirenaico. De hecho, fue en Aragón antes que en Castilla-León o Pamplona donde primero se introdujo el rito religioso romano en sustitución del tradicional visigótico.

Como la principal causa de las desavenencias entre Sancho Ramírez de Aragón y su primo Sancho Garcés el de Peñalén era la política de presión que ambos monarcas ejercían sobre el reino musulmán de Saraqusta, al morir el de Peñalén, y ser Sancho Ramírez reconocido por los propios pamploneses, éste pudo ver libre su vía de actuación sobre la Taifa de al-Muqtadir. Luego, en 1081, murió al-Muqtadir y su reino se dividió entre sus dos hijos, creándose así un reino de Saraqusta y otro de Larida (Lérida), que enseguida entraron en disputa. La situación, favorable para Sancho Ramírez, todavía evolucionó más en su favor cuando en 1086 se produjo la invasión almorávide y su primo, Alfonso VI de León-Castilla, solicitó su colaboración. El rey aragonés y su hijo Pedro, ante un cúmulo de circunstancias tan favorables, no dudaron en romper las líneas del frente e iniciar un decidido avance hacia las tierras de llanura regadas por el río Ebro, dando comienzo al proceso reconquistador en esta parte de la península. Al este del Cinca cayeron, entre los años 1087 y 1093, Estada, Monzón, Zaidín y Almenar, cerca de Lérida, la cual estaba ya siendo asediada por el conde de Barcelona. Por el oeste, en un avance mucho más lento, se llegó hasta las proximidades de Barbastro. En Montearagón, cerca de Huesca, se estableció en 1088 una fuerte guarnición. Por la zona del Gállego los progresos fueron mayores y más rápidos, pero menos consistentes, llegando hasta las proximidades de Zaragoza en 1091. Sancho Ramírez I, el primer rey de Aragón, murió en el año 1094 mientras ponía cerco a Huesca, pero su hijo Pedro I pudo conquistar la ciudad dos años después. Tras Huesca cayó Barbastro y allí se trasladó la sede episcopal de Roda de Isábena; la sede de Jaca se trasladó a Huesca.

PEDRO I DE ARAGÓN Y PAMPLONA.-

Pedro I de Aragón y Pamplona nació del matrimonio de Sancho Ramírez y su esposa Isabel, hija del conde Armengol III de Urgel. Desde el año 1085 gobernaba como rey asociado al trono sobre Sobrarbe y Ribagorza, y en 1089 lo hizo sobre Monzón. Al morir su padre se convirtió en rey de Aragón y de Pamplona. Durante su reinado, Aragón se expandió por las zonas oriental y central, llegando hasta los Monegros. Logró conquistar Huesca a finales de 1096, en lo que fue su principal gesta y que bien sabe resaltar la Crónica de San Juan de la Peña. Combatió al lado del Cid en su lucha contra los almorávides cuando éstos pretendían reconquistar Valencia. Después, en el año 1100 tomó definitivamente la ciudad musulmana de Barbastro, que era la llave de acceso a toda la vega del río Cinca y a sus poblaciones. También intentó tomar Zaragoza, aunque no lo consiguió. Contrajo matrimonio con Agnes de Aquitania, hija del duque Guillaume VIII de Aquitania y conde de Poitou, en Jaca en el año 1086, y de ese matrimonio nacieron el infante don Pedro y la infanta doña Inés de Aragón y Pamplona, pero ambos murieron antes que el propio rey. De su segundo matrimonio no tuvo descendencia. Según la Crónica de San Juan de la Peña, en su versión aragonesa, el rey don Pedro “fue muy valiente e bueno e fizo muytas batallas con moros et toda vegada vinçió aquellos, e todo quoanto pudo aver de oro e de plata le dio todo a monesterios e a cavalleros”.

EL REY ALFONSO I EL BATALLADOR DE ARAGÓN Y PAMPLONA.-

El sucesor del rey don Pedro I de Aragón Y Pamplona fue su hermano don Alfonso, hermano por parte de padre pero no de madre. Hijo de Sancho Ramírez I y su segunda esposa, Felicia de Roucy, don Alfonso I el Batallador fue rey de Aragón y Pamplona entre los años 1104 y 1134. Fue llamado “el Batallador” porque “en Espanya no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió”, según la Crónica de San Juan de la Peña. En junio de 1109 se casó con doña Urraca, reina de León y Castilla tras la muerte del padre de ésta, don Alfonso VI (1072-1109), en lo que fue, sin duda, el primer intento de unión de las coronas de León-Castilla y Aragón. Debido a la gran enemistad entre ambos cónyuges, enemistad que provocó no pocos enfrentamientos entre los dos reinos, se separaron en 1114. Un año más tarde, en un concilio celebrado en Palencia, y aduciendo problemas de consanguinidad, se produjo la anulación del matrimonio. Pero la anarquía y las continuas disputas habidas entre ambos reinos durante los cinco años que duró el matrimonio fueron aprovechadas por los almorávides para, en 1110, adueñarse de Saraqusta. No obstante, el matrimonio con doña Urraca le granjeó a don Alfonso el título oficioso de Imperator Totius Hispaniae, título que, con anterioridad, habían empleado Fernando I el Grande de León (1037-1065) y, más tarde, Alfonso VI de León-Castilla, y que Alfonso I el Batallador continuó utilizando a pesar de la anulación de su matrimonio. De hecho, la Crónica de San Juan de la Peña utiliza el título de “emperador” para referirse a él.

Alfonso I el Batallador, desde el primer momento de su reinado, puso en marcha la conquista de toda la zona del valle del Ebro, amenazando seriamente a la Taifa hudí de Zaragoza, la cual se entregó a los almorávides en el año 1110, tras la muerte de su rey al-Mustain. La conquista de Zaragoza era, sin duda, uno de sus principales objetivos. Con la sólida alianza de numerosos señores de la zona del actual Midi francés, entre los que destacó el cruzado Gastón IV, vizconde de Bearn entre 1090 y 1131, y otros muchos caballeros y señores gascones, así como con las fuerzas de los condados de Urgel y Pallars, don Alfonso congregó en mayo de 1118 un fortísimo ejército con el que sitió Zaragoza. Tras nueve meses de asedio, en mitad de un crudo invierno, las fuerzas cristianas pudieron tomar finalmente la torre del alcázar musulmán (el Torreón de la Zuda), que era la sede del gobierno de la ciudad, y Zaragoza cayó. Tras Zaragoza, vendrían las poblaciones del Bajo Aragón y del Valle del Ebro: Tudela y Tarazona cayeron en 1119 y Soria lo hizo en 1120. Ese mismo año, mientras sitiaba Calatayud, tuvo que regresar a Zaragoza porque los almorávides marchaban desde Valencia para recuperarla; luego vendrían Calatayud (1121) y Daroca (1122). Tras esto, el reino de Aragón-Pamplona se convirtió en una gran fuerza, tanto política como militar, dentro de la península Ibérica y llegó a enfrentarse con el conde Ramón Berenguer III de Barcelona por la musulmana plaza de Lérida que ambos ambicionaban, aunque al final se acordó que don Alfonso no la habría de conquistar.

Unos años más tarde, en 1124, con cincuenta años a sus espaldas, Alfonso I el Batallador y sus huestes, entre las que no podía faltar Gastón de Bearn, “entraron en la tierra de los moros” y llegaron hasta Valencia, Denia, Murcia y Almería. “Enpués esto fueron a Granada et, talando et detruyendo, depués cercó Cordova”. Esto lo explica la Crónica de San Juan de la Peña, que después termina diciendo que “non fue rey en Espanna que tanto ganasse de moros nin corriesse nin talasse nin tanto mal les fizies”. Sin duda, el objetivo de esta magnánima expedición no era otro que rescatar a miles de mozárabes que vivían subyugados en Al-Andalus para repoblar con ellos los territorios que habían sido conquistados al sur del río Ebro durante las campañas anteriores.

Tras esta aventura por tierras de Al-Andalus, Alfonso I se enfrentó al hijo y heredero de su ex-mujer, don Alfonso VII de Castilla y León (1126-1157), por los intentos de éste último de recuperar algunas tierras y villas que, en su día, habían pasado a manos aragonesas. En 1128 se firmó, no obstante, la paz mediante el Pacto de Támara. Luego, Alfonso I intentó la conquista de Valencia y derrotó (1129) a un fuerte ejército almorávide en Cullera (Valencia), pero los condes de Foix y de Comminges, desde el otro lado de los Pirineos, condes que eran vasallos del rey aragonés, pidieron su auxilio y el Batallador hubo de fijar dirección norte. Por el camino, sin embargo, reconquistó Monzón, población que el conde de Barcelona había perdido tres años antes.

Alfonso I disponía de muchos contactos al otro lado de los Pirineos como consecuencia de las políticas matrimoniales de sus antecesores, desde la época de su padre, Sancho Ramírez, hasta la de Sancho el Mayor de Pamplona, su bisabuelo. Don Alfonso era hijo de Felicie de Ramerupt y Roucy (señoríos, ambos, situados al norte de la actual Francia). Pero, además, el conde Bertrand de Toulouse (1105-1112) le había solicitado protección para su condado cuando en el año 1108 marchó a la segunda fase de la Primera Cruzada (iniciada en 1096) para conquistar Trípoli y convertirse en conde de Trípoli. Lo mismo había hecho en 1112 el vizconde Bernard Aton de Béziers, Agde y Carcassonne (1099-1129). Después, en 1118, en un concilio celebrado en Toulouse al que asistieron numerosos prelados francos, entre ellos los de Arlés y Auch, así como otros procedentes de Pamplona y de Aragón, se concedió carácter de Cruzada a todas aquellas expediciones que fuera a llevar a cabo el Batallador contra los musulmanes en los territorios cercanos. En su campaña de 1118 contra el reino de Zaragoza participaron numerosos nobles de los territorios del mediodía francés con sus ejércitos privados y con importantes equipamientos de asedio y derribo. Así, tras la llamada de los condes de Foix y Comminges por unas disputas con el duque de Aquitania y conde de Poitou, Guillaume X (1126-1137), Alfonso el Batallador se internó en territorio franco en el año 1130.

Guillaume X, duque de Aquitania y conde de Poitou con el nombre de Guillaume VIII, era hijo de Guillaume IX, duque de Aquitania (llamado “el Trovador” porque fue realmente el primer trovador del cual se tienen referencias y algunas de cuyas composiciones todavía se conservan hoy en día) y de Philippa de Toulouse. Ambos, habían llegado a gobernar en Toulouse cuando el conde Raymond IV había partido hacia la Primera Cruzada. Guillaume X, también patrón de músicos y trovadores, había nacido en Toulouse y se vio inmerso en algunas disputas con dicho condado. Se enfrentó a una importante familia de Poitou, los señores de Lusignan, cuyos miembros mantuvieron la corona de los reinos cruzados de Jerusalén y Chipre, y a la de los Parthenay, barones muy poderosos que controlaban una parte importante del condado de Poitou. Y también se vio envuelto en los serios conflictos del ducado de Normandía al apoyar decididamente al conde Geoffroy V de Anjou, “le Bel Plantagenet” (Godofredo Plantagenet), marido de Matilda, la que era hija y heredera del rey Henry I de Inglaterra. Guillaume X fue el padre de Eleonore (Leonor de Aquitania), quien en 1152 se casó con Henri de Normandía, hijo de Plantagenet y rey de Inglaterra con el nombre de Henry II entre los años 1154 y 1189. El hecho de que Aquitania, así como Normandía y Anjou, quedaran en manos de la Corona inglesa desencadenó la larga serie de gravísimos conflictos que asolaron a Europa entre los años 1337 y 1453 y que han pasado a la historia con el nombre de la Guerra de los Cien Años.

De la campaña del Batallador en territorio aquitano data el asedio a la ciudad de Bayona en octubre 1130, la cual tomó después de una encarnizada lucha y a la que le concedió un fuero propio, similar al que concedió a Tudela. Muy importante es destacar que durante esta campaña Alfonso I mandó redactar una seria de documentos entre los que destaca, por las consecuencias que tendría para el posterior desarrollo de los hechos, su propio testamento, calificado por algunos historiadores de disparatado, y con el que otorgaba el reino a las tres Órdenes Militares del Temple, del Hospital y del Santo Sepulcro. La grave crisis sucesoria que desencadenó este testamento llevaría a la unión del reino de Aragón-Pamplona con el condado de Barcelona y a la creación de la Corona de Aragón.

Pero anteriormente al sitio y toma de Bayona, Alfonso I el Batallador estuvo durante una breve temporada en las tierras del Valle de Arán, territorio sobre el que el Batallador reinaba de manera efectiva. Así, en un documento extendido en “Belsos de Aran”, que se identifica con Bossots de Arán, se otorga al monasterio de San Salvador de Oña el de de San Pedro de Noceda (2). En otro, también emitido desde Bossots, se indica que el rey da a don Osorro las dos terceras partes de los baños de las Santas Masas de Zaragoza y los alhobces de Tierz. El hecho de que en estos documentos diplomáticos del monarca aparezca el nombre de Belsos o Bossots, así como el del mismo valle, podría ser motivo suficiente como para pensar que éste estuvo residiendo en el mismo durante algún tiempo, ya que en el caso contrario no se habría hecho especial mención de ello.

Lo que sí parece claro es que el Batallador reinaba en Arán, a pesar de que tradicionalmente y, en especial, por parte de la historiografía francesa, siempre se había relacionado al territorio pirenaico como parte del condado de Comminges. Según un documento fechado en 1108 se asegura que Alfonso I de Aragón reinaba en “Aragón, Pamplona, y en Sobrarbe y en Ribagorza y en Pallás y en Arán”. El 13 de marzo de 1130, Alfonso I ordena a sus barones de Arán a “pagar unas décimas al sacerdote de Santa María de Mig Arán”. En otro documento, fechado en mayo de 1130 y firmado por el conde Bernardo I Roger de Comminges, se indica que “reinante Alfonso rey en Ribagorza, Aragón, Pamplona y en Arán, el año cuando el rey sitiaba Bayona”.  En agosto de 1130, estando ya don Alfonso en Zaidín, dio la iglesia de Santa María de Tolva a la catedral de Roda, indicando a continuación que “reinaba in Bal de Aran” y que un tal Arnal Guillen era tenente de Viella. Posteriormente, ya en mayo de 1131, y desde Bayona otorgó a su escribano particular unos exaricos (siervos o aparceros de origen moro) en Tudela, y lo hizo “reinando en Aragón y en Pamplona, y en Arán y en Pallas y en Ribagorza”. En 1132, don Alfonso hizo una donación en Calahorra, “reinando en Aragón y en Pamplona y en Cerezo y en San Esteban y en Aran y en Sobrarbe y en Ribagorza”. En 1134 hizo donación a Gallur, “reinando en Aragón y en Pamplona y en Ribagorza y en Aran y en España”.

En 1131, mientras el Batallador combatía en Aquitania, su fiel vasallo Gastón de Bearn murió mientras defendía el sureste del reino de Aragón frente a los almorávides. Gastón fue decapitado y su cabeza trasladada hasta Granada para dar cuenta de la muerte del temible cruzado que tantas batallas había librado contra los musulmanes a las órdenes del rey aragonés. Alfonso I, al enterarse de la trágica noticia, regresó a su reino en 1133 sitió y ocupó Mequinenza, población que había caído en manos de los almorávides. Un año después, en 1134, poniendo sitio a la plaza fuerte de Fraga, un ataque musulmán le sorprendió y el Batallador murió algunas semanas después por las heridas sufridas. La Crónica de San Juan de la Peña lo cuenta de esta manera: “Et los moros acordaron que mas valía con aquellos dar la batalla antes que mas gentes se plegassen a él, et dieron la batalla et matoronlo. Otros dizen que de verguença que era vencido el que todos tiempos era seydo vencedor, passosse a Jherusalem, pero nunca lo troboron ni muerto ni vivo. Otros dizen que a tiempo vino en Aragon et favló con algunos que sabían de sus poridades; otros que allí se perdió, que non fue conascido. Et qui siempre fue vencedor fue vencido por su grant atrevimiento de sobra loçanía de corazón et menosprecio de los enemigos, locura yes”. Alfonso I el Batallador murió el 7 de septiembre de 1134 a los 61 años, habiendo reinado la mitad de ellos, según la Crónica, y su cuerpo fue guardado en un sarcófago en el monasterio de Jesús de Nazaret (transferido varios siglos después a San Pedro el Viejo) de Montearagón, muy cerca de Huesca.

(1)     Antonio Ubieto Arteta, “Historia de Aragón. La formación territorial”, Anubar ediciones, Zaragoza, 1981. Libro digitalizado.

(2)     Antonio Ubieto Arteta, “Historia de Aragón. La formación territorial”.

Bibliografía:

Historia de España (dirigida por Manuel Tuñón de Lara), Editorial Labor, S.A., Barcelona 1984, Tomo IV, Feudalismo y consolidación de los pueblos hispánicos, Julio Valdeón, José Mª Salrach y Javier Zabalo.

Historia de España (dirigida por Manuel Tuñón de Lara) Ed. Labor, Barcelona, 1984, Tomo XI, Textos y documentos de historia antigua, media y moderna hasta el siglo XVII, textos seleccionados por varios autores.

Atlas histórico de España y Portugal, Julio López-Davalillo Larrea, Ed. Síntesis, S.A., Madrid, 2000

Historia de la Edad Media, S. Claramunt, E. Portela, M. González y E. Mitre, Ariel Historia, Barcelona, 1995

Páginas web consultadas:

http://www.derechoaragones.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?posicion=1&path=1452&presentacion=pagina

http://www.derechoaragones.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?path=1457&forma=&presentacion=pagina&forma=&accion_ir=Ir

http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/10/06/7orcastegui.pdf

http://www.lebrelblanco.com/00.htm

http://fmg.ac/Projects/MedLands/index.htm

http://www.euratlas.net/history/europe/index.html

http://fr.wikipedia.org/wiki/Histoire_du_Val_d%27Aran

http://es.wikipedia.org/wiki/Rey_de_Arag%C3%B3n

http://es.wikipedia.org/wiki/Ramiro_I_de_Arag%C3%B3n

http://es.wikipedia.org/wiki/Sancho_Garc%C3%A9s_III_de_Pamplona

http://www.arteguias.com/biografia/sanchomayor.htm

http://www.artehistoria.jcyl.es/histesp/contextos/6077.htm

http://www.aragonesasi.com/historia/alfonso1.php

http://es.wikipedia.org/wiki/Alfonso_I_de_Arag%C3%B3n

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/alfonso.htm

http://www.artehistoria.jcyl.es/historia/personajes/4857.htm

Francisco Martínez Iranzo

15 comentarios en “Reinando Alfonso I el Batallador en Arán.

  1. Me refriero a uno que hay aquí en el blog en la sección «Un poco de historia» que se titula: «Historia de la CIA EE.EE». Es que la documentación la aporta «Miguel Angel» y pensaba que eras tú. Un saludo.

  2. No, Iranzo. No realicé yo ningún trabajo sobre la Cia. pero si trabajé mucho-como todos-en ella. Por cierto, de que trabajo te refieres? Me gutaría leerlo y por supuesto seguro que todos llevamos el Valle de Arán en nuestro pensamiento. Otro cordial saludo, Miguel Angel de la Cruz 83/84.

  3. Bueno, tendría que preparar mucho el tema, porque del Valle en concreto sabes tú mucho más seguro; tengo curiosidad en conocer los puntos en común con la historia de la Seo de Urgel y para eso espero la 2ª entrega;
    Es interesante el Valle también el Pirineo central y su singular románico (Boi Taull etc..); la influencia de las representaciones de Jesús al estilo de los pantocrator bizantinos probablemente por las relaciones comerciales y políticas con esa zona del mundo.
    Por cierto y Sancho el Gordo por donde anda ??.
    Un abrazo, LUIS.

    1. Muy interesante debe de ser el arte románico en el valle de Arán y en toda la zona de los Pirineos centrales. En algún sitio he leído que las iglesias del valle tienen una marcada influencia del arte lombardo. Y también muy interesante la lengua aranesa, un idioma gascón, como otros que aún se hablan en el sur de Francia, que dicen que es mezcla del vascuence y del latín.

      ¿Te refieres a Sancho el Gordo, rey de León? Era también descendiente de los reyes pamploneses, creo.

  4. ¡Paco, eres un monstruo! Gracias por el tochazo. Me dan escalofríos sólo de pensar cómo las pasarían los conejos en tiempos del tal Arnal Guillen, primer «tenente de Viella» que se sepa.

    1. Hola, Gonzalo. No había caído en eso del «tenente de Viella», ja, ja, ja… La verdad es que los conejos fliparían en colores con aquel Arnal Guillen de «tenente» y con Alfonso el Batallador de capitán de la Compañía. ¡Que Dios los tenga en su gloria…! ja,ja,ja…

  5. Pues eso, amigo Paco…, completo y bien redactado, un regalo para los interesados en historia.

    Muchas gracias y espero, esperamos el resto del trabajo.

    Un abrazo.

    1. Muchas gracias, Carlos. Me había quedado un poco bloqueado, pero acabo de recibir información del Archiu Istoric, a quien desde aquí doy también las gracias.

  6. Bueno Iranzo, no sé si somos colegas de estudios (soy historiador, y además ahora estudiante activo de tercer ciclo) pero el trabajo es completito; presentado como mandan los cánones con todas las referencias bibliográficas (algún autor como López Davalillo, fué profesor mío…).
    Quedo a la espera de la entrega del Valle en la baja Edad Media.
    Un abrazo, LUIS.

    1. Hola, Luis. Si eres historiador, a lo mejor podíamos trabajar juntos en darle forma a una historia del valle de Arán bien hecha. Y si alguien más se quisiera apuntar, sería también bienvenido… Aquí hay tema.

  7. Iranzo, me quito el sombrero. Buen y laborioso trabajo el de la busqueda de todos esos datos…………y los que te faltan. Eres historiador, filologo? O simplemente un buen aficionado, me es igual. Permíteme que te transmita mi felicitación por el admirable trabajo realizado-hoy en día nada común- es suficiente publicidad para los que lo aprecian. Saludos cordiales, Miguel Angel de la Cruz 83/84.

    1. Pues muchas gracias, Miguel Angel. No soy ni historiador ni filólogo, aunque son dos carreras que me hubiese gustado estudiar; soy, más bien, como dices, un aficionado a la historia. Y el valle de Arán me atrae tanto, que me anima a indagar y a buscar cosas relacionadas con él. Y una pregunta: ¿tú eres el que hizo el trabajo sobre la historia de la CIA?Un abrazo.

  8. Hola, amigos. Aquí he publicado un primer capítulo de la historia del valle de Arán en la Edad Media. En breve (si me dejáis, claro, je, je, je…) publicaré otro con más datos e informaciones que estoy recopilando y con la ayuda del Archui Istoric dera val d’Arán. Es un poco largo y puede que resulte algo «peñazo», pero la historia es larga y se pierde en la noche de los tiempos. Conocer la historia de la Edad Media es conocer nuestros orígenes, saber quiénes somos y porqué estamos hechos de esta manera tan peculiar. Y la del valle de Arán a mi me entusiasma. No existen muchos datos que nos hablen del valle de Arán en esos siglos tan oscuros de la Edad Media -en realidad el grueso de las informaciones sobre el mismo empieza a aparecer hacia el siglo XVIII- y por eso la historia del valle en esta época hay que ponerla en relación a los convulsos acontecimientos de la península Ibérica y del reino franco, con aquellos reinos y condados cristianos surgidos de la época carolingia, que fueron adquiriendo, poco a poco, personalidad propia y soberanía política, y sus peleas y relaciones de amor y odio con los musulmanes, que se resistían a ser engullidos y reconquistados por los «infieles», que lo eran tanto los unos como los otros.

    Pues nada, espero que os guste. Y si alguna noche padecéis algo de insomnio y no sabéis qué hacer, pues ya sabéis, a leerlo de un tirón y a la cama, je, je, je…

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